LIMONES: No voy a quitar la importancia que tiene el turismo...

No voy a quitar la importancia que tiene el turismo de playa y de grandes ciudades, pero meterse en una playa llena a tope donde a veces no puedes ni nadar o en una ciudad masificada de turistas, los bares llenos, las terrazas a tope donde a veces tienes que esperar un gran rato para que te sirvan, o esperar horas en una cola a 40 grados para ver algún monumento, esto es penoso y que a veces puede llegar hasta el cabreo. Las cosas que al parecer pueden parecer de poca importancia también pueden hacernos pasar una mañana muy agradable, en plena naturaleza por ejemplo: se levanta uno a las 6 de la mañana se prepara uno su bocadillo en casa de la matanza que se hace en el Pueblo y sobre las 10 se lo come uno con el pastor, sin coca-cola, ni cerveza, sólo con el agua de la cantimplora del pastor que ha llenado en el pozo del Cortijo, sin cloro ni otras mezcolanzas, la tranquilidad, el colorido del campo, el canto de los pajarillos por la mañana, la charla del Pastor, el sonido de los cencerros, el ir y venir de los perros, esto puede hacernos pasar una mañana tan agradable o quizás mejor que en la playa o en el mejor de los Restaurantes.
Saludos.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Totalmente de acuerdo, no sé si es mejor o peor, que estar en una playa, pero tener la suerte de estar un día al menos, alrededor de una buena piara de ovejas, con un buen paisaje de fondo, es una experiencia que no podrás olvidar nunca.
Para valorar, realmente la belleza y la paz del campo, antes tendrias que vivir muchos años en una ciudad. Yo entiendo que la juventud, prefiera marchar del pueblo. todos quisimos marchar y bien que nos hemos arrepentido, pero para valorar lo que tienes antes has perderlo y despues añorarlo. Como bien dices, comerte un cacho pan con chorizo, sentado en una piedra, mirando los olivos y escuchando a lo lejos el canto de la perdiz y un trago del botijo, para calmar la sed, solo faltaria un buen cigarro ... (ver texto completo)
No tendría más de ocho años, cuando mi padre me compro la primera cabra, fue mi primer juguete y pasaba horas con ella, nos hicimos amigos y venia conmigo como un perro, mi madre la soltaba, y venia a esperarme a la puerta de la escuela, hasta que salía, después compramos más y asi me hice, con media piara, mi vida se reducía a la escuela y a las cabras, mis amigos los pastores y mi enemigo, la falta de tiempo, para jugar como los demás niños, lo bueno de esa experiencia, las amistades que han perdurado, ... (ver texto completo)