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Egipcios

Una larga historia de miles de años El pueblo egipcio, de raíz mediterránea, se encontraba instalado en el valle del Nilo desde el año 10.000 a. C., formando pequeños núcleos independientes de agricultores llamados nomos. Sus moradores pertenecían a la rama mediterránea de la raza caucásica, de baja estatura, morenos, de cabeza alargada, cabello negro y nariz ligeramente aquilina. Posteriormente habrían de mezclarse con elementos negroides por lo cual al final de su período de esplendor, ya en la decadencia, la raza aparece totalmente mezclada. Durante esta etapa de la cultura egipcia los principales avances fueron en materia agrícola. Se crearon sistemas de riego con canales, se sanearon grandes zonas pantanosas y se logró el aprovechamiento integral del lino, con el cual se fabricaban telas de muy buen calidad. En el plano metalúrgico se realizaban armas, herramientas y utensilios en pedernal, oro y cobre y se lograron perfeccionar técnicas artesanales para pulir y esmaltar la cerámica. El progreso intelectual fue bastante importante. Al parecer aunque no se han encontrado vestigios, conocían ya una forma rudimentaria de escritura e inventaron el primer calendario solar de la historia. Por razones de conveniencia táctica o porque simplemente la voluntad de algún príncipe logró imponerse sobre los demás nomos los estados dispersos se unieron dando origen a dos grandes reinos situados en el norte y sur del país. Es así como, hacia el año 3.100 a. C. el país alcanzó una primera unidad política, cuando el legendario Rey Menes reunió bajo su poder los reinos del Alto y del Bajo Egipto. A partir de esta fecha, los reyes llamados faraones, consolidan la unidad del país. Están agrupados en dinastías. La historia de los faraones se estructura en veintiséis dinastías, que dan lugar a varios períodos importantes dentro de la historia egipcia. Imperio Antiguo (2780-2200 a. C.) Comprende la dinastía VI. Durante este período, la unidad se consolida, mientras se desarrolla la agricultura del país. La capital, que en un principio residió en Tinis, es trasladada por el faraón Zoser a Menfis, en el bajo Egipto. La prosperidad del país se tradujo en las grandes construcciones funerarias del propio Zoser y, sobre todo, de los faraones de la IV dinastía -Keops, Kefrén y Micerino-, que ordenan levantar las impresionantes pirámides de Giseh. En el antiguo imperio no existía separación alguna entre la Iglesia y el Estado. El mismo faraón era a su vez, gobernante supremo y sumo sacerdote del culto. Hacia el año 2000 a. C., la autoridad del faraón se debilita, en parte, porque gobernantes débiles permitieron que los funcionarios poco a poco fueran usurpando el poder real del faraón. Esto dio origen a que se multiplicara el espíritu regional latente en algunas zonas, que desafió abiertamente la autoridad central. En esta etapa la política del faraón se basaba en la paz, por lo que no contaba con un ejército permanente. Pero toda esta paz y la prosperidad del antiguo Egipto se vino abajo cuando los gobernadores de los nomos comenzaron a usurpar el poder del faraón y cuando se exigieron nuevos impuestos con el fin de financiar obras públicas. Esto motivó el empobrecimiento de gran parte de la sociedad en cuyo seno se fue encendiendo el descontento hacia los gobernantes. Por último, se vino a sumar a la insatisfacción y a la rebelión de las masas, la invasión del territorio por tribus negroides y asiáticas, la mayor parte de las cuales eran inferiores en cuanto a nivel cultural que habían alcanzado los egipcios en el período de prosperidad. Es así como la unidad se rompe y aparecen dinastías locales, entre las que sobresalen los príncipes de Tebas. Imperio Medio (2000-1800 a. C.) Está constituido por las dinastías XI a la XIII. El país es nuevamente unificado por los príncipes tebanos, con predominio del Alto Egipto. Este período se caracteriza especialmente por la debilidad del gobierno central y el aumento del poder de de los monarcas de los nomos, quienes terminaron por desempeñar en sus regiones las funciones que hasta entonces sólo eran facultativas del faraón. El Reino Medio alcanza su máximo esplendor con la XII dinastía, cuyos faraones lograron recuperar gran parte de su antiguo poder, sometiendo a los príncipes y monarcas y restableciendo la unidad. Los nuevos jefes de Estado reprimieron duramente los intentos de subversión de los nobles y trataron de mejorar las condiciones de vida del pueblo, suprimiendo algunos impuestos y repartiendo la tierra sin distinción de castas y categorías. Durante este período también se fortalece la justicia social y el florecimiento de la cultura. Su iniciador fue Amenemhat I, de quien su inscripción dice "Resplandeciente como el dios Athum, ha venido a castigar al crimen, a reconstruir lo que estaba destruido...". Sin embargo, con el fin de la XII dinastía el país nuevamente conoció el caos y el desorden, además de soportar la invasión de pueblos extranjeros. La nobleza nunca pudo perdonar a quienes habían arrebatado sus privilegios y es posible que gracias a una contrarrevolución volvieran a asumir el control real del aparato del Estado dejando nuevamente a los faraones con un poder nominal. Durante la dinastía XIV, se produce la invasión de los hicsos (siglo XVIII), que acaba con el imperio. Gracias al desorden imperante en todo el territorio ya que este pueblo del Asia occidental ya utilizaba el caballo y el carro de guerra, los hicsos lograron imponerse fácilmente en todo el valle aun cuando su dominio efectivo se limitaba sólo al delta. La dominación hicsa tuvo la virtud de unificar al pueblo egipcio en torno a la lucha de un enemigo en común. A fines del siglo XVII los príncipes del Alto Egipto emprendieron la guerra de liberación contra el invasor, donde surgió el germen bélico que determinaría el carácter del nuevo imperio. El principal gestor de la victoria fue Tutmosis I, fundador de la XVIII dinastía. Después de Tebas se dirige otra vez la reconstrucción. El príncipe tebano Amasis expulsa a los hicsos. Se inicia la dinastía XVIII y el Imperio Nuevo, que dura hasta el año 1.100. Es la época más floreciente de Egipto. Su principal característica es el afán expansionista que llevó a los egipcios a crear uno de los imperios más extensos de la antigüedad. Como existía la maquinaria bélica montada para expulsar del territorio a los hicsos, no fue difícil organizar el ejército bajo el mando de Tutmosis II quien logró conquistar Siria y terminó por dominar desde el río Eufrates a las cataratas más remotas del Nilo. Sin embargo, el territorio conquistado era enorme y era difícil administrarlo, lo que animaba a los pueblos sometidos para liberarse de los invasores. Por otra parte, las enormes riquezas que llegaba a Egipto procedentes de los estados tributarios, terminaron con la fuerza del Estado, al fomentar el vicio, el lujo y la corrupción entre todos los estratos sociales, sobre todo entre los jerarcas militares y nobles que eran los más firmes sostenedores de la estructura del poder. En el siglo XII Egipto había perdido casi todo el territorio conquistado. Para ese entonces ya reinaba el desorden y la anarquía. Figuras fundamentales de nuevo período son: Tutmosis III, que realizó victoriosas campañas sobre Siria; Ramsés II, de la XIX dinastía, que hubo de enfrentarse contra los hititas, y el faraón Amenofis IV, que llevó a cabo un importante cambio religioso en torno al culto de Atón, de claro sentido monoteísta. El año 1000 a. C. Egipto nuevamente se debilitó y se rompió su unidad. Primero pasó a manos de los asirios, hacia el año 661. Más tarde, en 525, el rey persa Cambises lo incorporó a su imperio. Tras las grandes conquistas de Alejandro Magno, se convirtió en un reino helenístico. Su última representante es la reina Cleopatra, derrotada por Octavio en Actium (31 a. C.), con lo que Egipto pasó a manos de Roma.