El Ganges fluía lento bajo la luz anaranjada del amanecer. En las escaleras de Varanasi, Aaryan encendía una vela cada mañana desde hacía cuarenta días. Siempre la misma promesa: una por cada día sin su hija, fallecida en un accidente.
No hablaba. No comía. Solo se sentaba y lloraba en silencio mientras el río pasaba.
Un día, una niña con sari rojo se le acercó con una bandeja de dulces.
— ¿Quieres uno?
Él negó con la cabeza.
—Es gulab jamun. Mi abuela dice que endulzan el alma cuando se está ... (ver texto completo)
No hablaba. No comía. Solo se sentaba y lloraba en silencio mientras el río pasaba.
Un día, una niña con sari rojo se le acercó con una bandeja de dulces.
— ¿Quieres uno?
Él negó con la cabeza.
—Es gulab jamun. Mi abuela dice que endulzan el alma cuando se está ... (ver texto completo)