2005-08-27 21:05:49
LOS GITANOS: Me trae a la memoria un hombre de raza gitana, sobrevivientes en aquellos tiempos, apodado el FINO, él tenía un porte elegante, vestía con armonía y sobriedad y su diálogo era un poco irónico, le acompañaba siempre sus grandotas tijeras para pelar las caballerías y a corta distancia le acompqñaba su esposa, un poco grasa, para aquel tiempo con alguna manualidad hecha de esparto, siempre se ofrecían a cambio de algo, para comer, su insistencia era tan machacona, aduladora y audaz, que siempre conseguian parte del trato. Sin tener nada, se les veía felices, eran buenos a pesar de ser maltratados y sesheredados por los payos.
A.r.
2005-08-27 20:38:08
LA MORA: Era una mujer alrededor de los cincuenta, toda ella, vestida de negro, con mantón , peinada hacia atrás y con roete, rostro lúcido, color rosado y pómulos destacados, sentada y encogida en el tranco de la valenciana, allá en la Plaza, su maleta con un surtido de varios, para niños, siempre había un breve corrillo mirando el comprar de los otros, aquella mujer con el afán de toda madre, en aquellos tiempos de escasez, pasaba largas horas, impasible y a la espera de alguna venta. Desde el lejano recuerdo, el niño, que llevamos dentro, reconstruye aquella imagen de mujer luchadora, que vendía ilusiones por escasos céntimos.
A.r.
LOS GITANOS: Me trae a la memoria un hombre de raza gitana, sobrevivientes en aquellos tiempos, apodado el FINO, él tenía un porte elegante, vestía con armonía y sobriedad y su diálogo era un poco irónico, le acompañaba siempre sus grandotas tijeras para pelar las caballerías y a corta distancia le acompqñaba su esposa, un poco grasa, para aquel tiempo con alguna manualidad hecha de esparto, siempre se ofrecían a cambio de algo, para comer, su insistencia era tan machacona, aduladora y audaz, que siempre conseguian parte del trato. Sin tener nada, se les veía felices, eran buenos a pesar de ser maltratados y sesheredados por los payos.
A.r.
2005-08-27 20:38:08
LA MORA: Era una mujer alrededor de los cincuenta, toda ella, vestida de negro, con mantón , peinada hacia atrás y con roete, rostro lúcido, color rosado y pómulos destacados, sentada y encogida en el tranco de la valenciana, allá en la Plaza, su maleta con un surtido de varios, para niños, siempre había un breve corrillo mirando el comprar de los otros, aquella mujer con el afán de toda madre, en aquellos tiempos de escasez, pasaba largas horas, impasible y a la espera de alguna venta. Desde el lejano recuerdo, el niño, que llevamos dentro, reconstruye aquella imagen de mujer luchadora, que vendía ilusiones por escasos céntimos.
A.r.
