Es el último sábado de abril de un año un poco lejano, todo el pueblo bajo un clamor festivo acude a la iglesia. Todos esperan , la bajada de la virgen del camerín. El fervor es contagioso, gentes sencillas lloran de emoción y a viva voz popular todos entonan el himno, algunas gentes desatan la histeria colectiva y a empujones eufóricos, quieren tocar la imagen. Acaba la misa, La mayoría de gente estrena traje, zapatos o tal un bolso. Algunos pasean por la Plaza, otros van haciendo corros, cada vez mas grandes, sugieren a donde ir a tomar cerveza con tapas.
Son muchas las gentes de fuera, la mayoría mayores, personas que añoran la fiesta, desde que eran muy jóvenes.
La Plaza está llena, el campo sólo con sus árboles y en la Puerta de la iglesia se forma un ruedo, bajo la bóveda celeste, ¡qué lujo puso Dios el Sábado de Fiestas!
Banderas de diferentes tercios se agitan a los cuatros vientos, el colorido entusiasta, al ritmo de cajas y tambores, son el preludio de los cuatro días de fiesta que nos esperan. A.R.
Son muchas las gentes de fuera, la mayoría mayores, personas que añoran la fiesta, desde que eran muy jóvenes.
La Plaza está llena, el campo sólo con sus árboles y en la Puerta de la iglesia se forma un ruedo, bajo la bóveda celeste, ¡qué lujo puso Dios el Sábado de Fiestas!
Banderas de diferentes tercios se agitan a los cuatros vientos, el colorido entusiasta, al ritmo de cajas y tambores, son el preludio de los cuatro días de fiesta que nos esperan. A.R.