Un hombre estaba sentado en la acera, encorvado, con las manos escondiendo su rostro y los hombros cubiertos por una manta sucia. Era un mendigo. Nadie sabía su nombre, solo lo llamaban "viejo Silas". La mayoría pasaba por él como si fuera parte del paisaje.
Pero en aquella mañana fría, una hermosa mujer se detuvo frente a él. Vestía un vestido ajustado que abrazaba su silueta con elegancia. Los tacones altos de la misma color resonaban con firmeza a cada paso. Los cabellos largos bailaban con el ... (ver texto completo)
Pero en aquella mañana fría, una hermosa mujer se detuvo frente a él. Vestía un vestido ajustado que abrazaba su silueta con elegancia. Los tacones altos de la misma color resonaban con firmeza a cada paso. Los cabellos largos bailaban con el ... (ver texto completo)