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HINOJOSA DEL DUQUE: 7º PARTE DE LA HISTORIA. ¡El cielo! Como un palacio...

7º PARTE DE LA HISTORIA. ¡El cielo! Como un palacio de cristal, de perlas, de brillantes, como un sol ¡Allí está Dios, la Virgen, los Ángeles! ¡Si tú supieras lo que es el cielo!" Nunca más volví a interrogarle, pero Santos en su corta edad no podía tener aquellos conocimientos apocalípticos en donde San Juan describe la visión de "La Jerusalén celestial, Iglesia, morada de
Dios. Ni tenía idea de la mística teresiana en sus "Moradas", palacio de cristal, perla oriental..., como símbolo del alma en gracia y en cuyo centro mora Dios. Pero el cielo era para él una esperanza jubilosa que Padre Dios por la fe le hacía pregustar ¡”El cielo! ¡Si tú supieras lo que es el cielo! Iré cuando Dios quiera. Todavía puedo sufrir un poquito más... Que se haga tu voluntad, así en la tierra, como en el cielo".
Recordando ahora la carta de San Pablo a los romanos, puedo darme respuesta a aquel interrogante sobre la experiencia gozosa del cielo. "Somos... coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con él para ser con él glorificados. Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación de la Gloria que se ha manifestado en nosotros" (ROM. 8, 17-18). Era el Espíritu en verdad el que, desde ese cuerpecito acabado, consumido, le hacía clamar con esperanza: "Todavía puedo sufrir un poquito más", porque su cielo estaba cerca y en su sencilla expresión fue lo m s grande que él podía barruntar: "un palacio, un sol"...
Un día en que parecía haber recobrado alguna mejoría llamó a mi padre para que nos reuniera a todos los hermanos alrededor de su cama; quería despedirse antes de irse al cielo. Cuando estábamos juntos los siete hermanos, abrazó a mis padres a la vez, mientras los besaba, les decía: "Ya me voy a ir pronto al cielo, me queda muy poco tiempo. No olvidaré de vosotros. Os quiero mucho; no lloréis que yo estoy muy alegre. ¿Qué importan los sufrimientos? ¡El cielo! ¡Qué hermoso, allí está Dios y la Virgen!"... En mis dudas sobre un posible delirio o desvarío, quise indagar y hasta en este momento intenté adentrarme en su interior y le pregunté " ¿Qué vas a hacer en el cielo?". "Estar con el Señor y nuestra Madre santísima", me dijo mientras me abrazaba y nos besábamos, le hice muchas recomendaciones sin respetos humanos, lo que tenía que pedir para mis padres y sobre todo para mí. Le hice presentes a los que allí nos presenciaban, que estaba la alcoba llena, entre mis tíos y los trabajadores de casa que habían acudido al enterarse de este acontecimiento. Todos participábamos de la misma emoción con lágrimas más que de pena de gozo, en aquella escena que no se puede expresar si no se ha experimentado, ni creo que se dé con mucha frecuencia.
Consciente y sereno, iba animando y hasta aconsejando a los más pequeños a ser buenos, mientras los besaba y acariciaba con su manita uno por uno hasta llegar a Manolito que contaba dos años.
Aquello terminó tocando a gloria, ya que era sábado y la hora del "Ángelus". Los sábados acostumbraban a repicar de "doble mayor".
¿Casualidad?
El quedó como dormido y susurraba muy bajito: "Cuando Dios quiera ir‚ al cielo. Mi ángel de la guarda está aquí, aunque no lo veo".