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HINOJOSA DEL DUQUE: 5º PARTE DE LA HISTORIA. Pasado el día 25, no recuerdo...

5º PARTE DE LA HISTORIA. Pasado el día 25, no recuerdo fecha exacta, le encontramos en la cama, inmóvil y en silencio, y creímos que acusaba una parálisis cerebral. Mi madre corrió a buscar al otorrino que se obstinaba en seguirla, convencido como estaba de la neurosis del niño, además de que la recibió con desagrado como que estaba obsesiona y culpable del trauma de su hijo. Actitud que fue reprochada por los allí presentes. Porque, aparte de su bisoñez aquellos insultos a una madre dolorida, más por ser una mujer de acreditada conducta, no eran justos.
Nota: esta actitud merece disculpa, cuando después de pasados algunos años se comprende que efectivamente no tenía relación el dolor de la cabeza con el conducto auditivo.
Mi padre corrió entonces a buscar a un médico jubilado, gran amigo suyo, que le siguió de inmediato. Al ver al niño diagnosticó sin titubeos: "Tiene un ataque de meningitis; inmediatamente a Córdoba por Atenciones de Urgencia". Hago constar con detalles los desvelos y preocupación de mis padres ante la enfermedad de su hijo porque ellos sufrieron en su corazón los dolores físicos y morales de la incomprensión. Ignoramos cual sería más agudo, ya que tan delicadamente había manifestado al hacer de ambos ofrenda al Señor.
También es digno de destacar la obstinación de los médicos en reconocer una gravedad tan alarmante, y encauzar el proceso de esta enfermedad, y ver hasta donde llegó su actitud de aceptación, o identificación con la voluntad de Dios, asumiendo el dolor y la incomprensión en total silencio.
Sólo con mirada de fe se puede descubrir que Dios actuaba con designios de amor en su pequeña "hostia" que se ofrecía en holocausto, unido a la pasión de Cristo para ser por participación "instrumento de redención".
Dice Juan Pablo II en "Salvíficis Doloris": "Llevando a efecto la Redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de Redención".
Cuando ya en Córdoba el especialista otorrino lo recibió en consulta en el Hospital de Cruz Roja, opinó que era "un absceso de pus que le llegaba al cerebro sin posible solución", lamentándose de que había llegado demasiado tarde por descuido facultativo. Lo introdujo en el quirófano y al aplicarle el bisturí detrás del oído afectado, brotó como un surtidero de podredumbre, dejándole un drenaje para facilitarle la supuración.
Un sacerdote conocido, D. Juan Jurado, que acompañó a mi madre hasta la entrada del niño en el quirófano, le animó y le dijo que era una ocasión magnifica para ofrecer al Señor sus dolores por la
Iglesia, las misiones, etc. Y ‚ mirándole con el rostro afable, le contestó: "Desde el primer momento en que empecé a sentir el dolor, no he dejado de ofrecer nada al Señor por todo eso. Y también por los pecadores". El sacerdote le acarició sorprendido de tal respuesta."Tú eres un ángel. Dios te ama mucho", le dijo.
Cuantos le vieron esos días en el Hospital, incluso el personal de Asistencia Sanitaria, quedaban admirados de la actitud del niño que contagiaba de paz.