4 PARTE DE LA HISTORIA. Era lamentable ver al niño que no podía mantenerse en pie con síntomas de vértigo y su carita contraída por el dolor; pero permanecía sereno.
De vuelta a casa nos decía: "Tampoco éste me cree, dice que no me duele de verdad. El Señor sabe que me duele y yo quiero que se haga su voluntad. No sufráis, porque yo se lo ofrezco todo al Señor".
Mi madre barruntaba en su corazón que este hijo se le iba, que Dios lo preparaba de un modo especial para el cielo. Y con un dominio absoluto de sus sentimientos alentaba con entereza al niño a sufrir con aceptación cristiana.
¿Tenía mi hermano en su corta edad madurez para asumir en su mente, en la crudeza del dolor que le invadía, lo que pronunciaba con sus labios? Lo dudo‚ entonces. Mas ahora comprendo que los designios de
Dios siempre son ignorados por nosotros, Lo que pasa en secreto entre
Dios y el hombre no siempre lo podemos saber. Pero no cabe duda de que por la gracia de los sacramentos el Espíritu Santo se comunica con el alma por un acto infuso e impulsa a cada sujeto según su propia capacidad, no desde sus potencias, sino desde lo profundo de su ser.
Avanzaba el mes de diciembre hacia las fechas navideñas y Santos seguía empeorando en la agudeza del dolor, la fiebre y la intensidad del vértigo que le obligaba a quedarse en cama. No obstante las visitas del médico de cabecera, aseguraban con optimismo pequeña infección de oídos que con un lavado, unas gotas y una pastilla de salicilina para calmar el dolor se pondría bueno.
El otorrino se negaba a visitarlo sosteniendo su opinión de neurosis.
Ante tal perspectiva mis padres decidieron llevarlo a Córdoba a un acreditado especialista, pero las fechas de Navidad no eran propicias para una asistencia sanitaria que no fuera de urgencia y se aplazó hasta pasados unos días. El era consciente de que se Vivian días de alegra y se esforzaba para no hacer sufrir y nos animaba a salir de paseo diciendo que estaba mejor. A los pequeños les daba bromas manteniendo su sonrisa. No obstante, a mi madre no le ocultaba su dolor manifestándole su secreto: "Dile a los niños que no griten tanto, que no puedo resistir el dolor; pero no se lo digas a papá para que no sufra. Ni tú sufras, mamá. Yo quiero que se cumpla la voluntad de Dios y se lo ofrezco todo a Él por los pecadores, por las misiones y por todo lo que Dios quiera". Se acordaba del Portal de
Belén y del Niño Jesús que iba a nacer con mucho frío.
De vuelta a casa nos decía: "Tampoco éste me cree, dice que no me duele de verdad. El Señor sabe que me duele y yo quiero que se haga su voluntad. No sufráis, porque yo se lo ofrezco todo al Señor".
Mi madre barruntaba en su corazón que este hijo se le iba, que Dios lo preparaba de un modo especial para el cielo. Y con un dominio absoluto de sus sentimientos alentaba con entereza al niño a sufrir con aceptación cristiana.
¿Tenía mi hermano en su corta edad madurez para asumir en su mente, en la crudeza del dolor que le invadía, lo que pronunciaba con sus labios? Lo dudo‚ entonces. Mas ahora comprendo que los designios de
Dios siempre son ignorados por nosotros, Lo que pasa en secreto entre
Dios y el hombre no siempre lo podemos saber. Pero no cabe duda de que por la gracia de los sacramentos el Espíritu Santo se comunica con el alma por un acto infuso e impulsa a cada sujeto según su propia capacidad, no desde sus potencias, sino desde lo profundo de su ser.
Avanzaba el mes de diciembre hacia las fechas navideñas y Santos seguía empeorando en la agudeza del dolor, la fiebre y la intensidad del vértigo que le obligaba a quedarse en cama. No obstante las visitas del médico de cabecera, aseguraban con optimismo pequeña infección de oídos que con un lavado, unas gotas y una pastilla de salicilina para calmar el dolor se pondría bueno.
El otorrino se negaba a visitarlo sosteniendo su opinión de neurosis.
Ante tal perspectiva mis padres decidieron llevarlo a Córdoba a un acreditado especialista, pero las fechas de Navidad no eran propicias para una asistencia sanitaria que no fuera de urgencia y se aplazó hasta pasados unos días. El era consciente de que se Vivian días de alegra y se esforzaba para no hacer sufrir y nos animaba a salir de paseo diciendo que estaba mejor. A los pequeños les daba bromas manteniendo su sonrisa. No obstante, a mi madre no le ocultaba su dolor manifestándole su secreto: "Dile a los niños que no griten tanto, que no puedo resistir el dolor; pero no se lo digas a papá para que no sufra. Ni tú sufras, mamá. Yo quiero que se cumpla la voluntad de Dios y se lo ofrezco todo a Él por los pecadores, por las misiones y por todo lo que Dios quiera". Se acordaba del Portal de
Belén y del Niño Jesús que iba a nacer con mucho frío.