Al hablar, como al guisar, su granito de sal.
A la fuerza, ni los zapatos entran.
Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía.
La vida es corta como la escalera de un gallinero, y encima cubierta de mierda.
¡Que asco de vida!
Podemos ver la parte buena... Miramos el gallinero según vamos cogiendo los huevos con el cesto ¡que alegría, recién cogidos...!