Pués yo me acuerdo que cuando yo era chiquinina ví un día a una colodra vieja que llevaba una espuesta de melones en la cabeza y de pié se puso a mear en medio de esta calle a la altura de la casa de los primos de Juan y llego el chorro de líquido hasta la puerta del Ayuntamiento.. Aquello me impresionó, ¡qué buenos riñones tenía la gorda de los melones!