CORDOBA: CORDOBA- (CAPITULO 5ª)...

CORDOBA- (CAPITULO 5ª)

3ª) El Zoco

Se encontraba a partir del muro oriental de la Mezquita Aljama, el Zoco (Suq) o mercado era el lugar más bullicioso de la ciudad.
En este lugar se concentraban las gentes más variopintas como mendigos, alcahuetes, acrobatas, encantadores de serpientes, magos, artesanos, comerciantes y obreros asalariados al servicio del patrón etc.,
Entre los comerciantes destacaban los oficios ligados a los alimentos como carniceros, pescaderos, cocineros que preparaban buñuelos, albóndigas, pasteles y especieros. Otros se dedicaban a la droguería y perfumería y preparaban ungüentos y jarabes. También abundaban los cambistas, escribanos y los vendedores de libros.
El mercado del libro era muy importante en Córdoba donde según fuentes de la época, en los arrabales residían más de un centenar de mujeres que se dedicaban a la copia de manuscritos.
Además del Zoco también se importaban productos de lujo como seda, alhajas, orfebrería y se comercializan en centros cerrados y porticados llamados “Alcaicería” o “Zoco de las telas” que generalmente estaban controlados por el gobierno.
Dentro del Zoco existían edificios llamados Alhóndigas (fundaq) o depósitos de mercancías y posadas para mercaderes forasteros.
Los Zocos estaban controlados por el gobierno a través de un funcionario llamado Almotacén o Zabazoque, en romance (sahib al-suq<>señor del mercado) que se encargaba del control de pesas y medidas y precios así como evitar el fraude y el mantenimiento del orden público.
Durante el Califato, Córdoba era un centro muy importante dedicado a la venta de esclavos y existía el conocido “Zoco de esclavos” que ocupaba una plaza céntrica de la Medina donde asistían una multitud de mercaderes, exponiendo sus mercancías y compradores, interesados en conocer la calidad del género y los precios solicitados en su adquisición.
En esta zoco, vendían cautivos de distinto origen, germanos, francos, africanos, asiáticos y muchos de ellos acababan como siervos de agricultores, en una situación menos penosa que bajo los visigodos.
Unos quince mil esclavos vivían en Córdoba, en la mayoría como libertos, pues el “Sagrado Libro Alcorán” aconsejaba la manumisión como acto meritorio ante los ojos de Dios.
Entre los esclavos había un número muy importante de eunucos, importados por mercaderes judíos quienes procedían del país de los francos y eran operados para servir después el servicio de los harenes. Algunos de ellos destacaban en el Palacio y ocupaban cargos importantes e intervinieron en asuntos políticos, tales como el caso del eunuco Nasr, adjunto del Emir Abd-el-Rahman II.
Otros esclavos acababan de libertos y estaban adscritos al servicio y defensa del Emir en calidad de mandos o ayudantes, escalando altos puestos en la administración del reino y en el ejército, formando a la vez parte de la guardia del sultán, conocida popularmente como silenciosos.
Los esclavos que eran muy jóvenes, si se convertían al Islam, se les facilitaba instrucción y se incorporaron al servicio del palacio. Entre los cristianos del norte, los gallegos y catalanes eran muy estimados como esclavos, debidos a la similitud de sus lenguas con el dialecto romance que se usaba en Al-Andalus.
En Al-Andalus, el esclavo disfrutaba de una posición diferente, de otras culturas. Así pues, el esclavo que era maltratado por el señor, tenía derecho de acudir al “Cadi” o “juez” y solicitar su manumisión. También podía ir a la guerra en representación de su señor y si sobrevivía quedaba automáticamente convertido en hombre libre y si la condición era femenina, se podían considerar libres si daban un hijo a su señor.

Julio Reyes Al-Mayriti