CONQUISTA: Isabelo, de todo lo que has contado sólo recordaba...

¡FELICIDADES!, en el día de San Juan a todos los llamados Juan/Juana, Juanito/Juanita, Juan Pablo, Juan Miguel, Juan José, etc. Copio aquí, del foro de mi primo Juan, parte de su artículo titulado “San Juan o la fiesta del amor” sobre lo que se hacía en este día en Conquista:

“Los jóvenes hacen público su amor cortejando a su amada sin reparos o mostrándole su disgusto y/o desdén sin tapujo alguno.
La Fiesta de San Juan conquisteña parece derivarse mejor de aquel viejo ritual en el que las jóvenes se ponían la víspera de S. Juan tras la ventana que daba a la calle con un pie metido dentro de un lebrillo de agua fría esperando saber su destino que venía cifrado en los comentarios de los jóvenes que pasaban por su calle conversando, hablando de ellas, haciéndole requiebros e, incluso, declarándose aunque a través de las rejas de la ventana. Desgraciada era, pues, aquélla que veía su calle vacía ya que esto indicaba que nadie la quería y, por tanto, seguiría soltera, al menos, un año más.
Ritual que otras veces se reducía a que las jóvenes, tras la ventana, la víspera de S. Juan esperaban ver pasar a un primer joven soltero a las doce en punto de la noche, pues éste, según la creencia / costumbre, era el que el destino le señalaba para que fuera su marido.
La noche del 23 al 24 de junio, los jóvenes del pueblo se paseaban las calles pintando de azulillo o de rojo las puertas de algunos vecinos dando noticias, a veces enigmáticas, alusivas a los amores de quienes las realizaban o, simplemente, escribiendo frases sin sentido festivo como la última que se hizo en la pared de la fábrica en la C/ Juego Bolos que decía: “Vamos palantes”.
Al mismo tiempo, los enamorados ponen en la ventana de su prometida o deseada, ramos de peras, que previamente cogió en los perales de la Gavia, por ejemplo. No obstante, si el joven se había visto desairado anteriormente llenaba de paja, alimento de los asnos, la ventana o la puerta de la casa manifestando así la desconsideración en que caía por ser tan burra y no quererlo.
A veces, la descalificación era tan exagerada que llegaban a pintarle hasta un pesebre con paja y esparcir arena por el suelo para que se jorobara todavía más, dado lo mal que se barría en las calles empedradas de aquel tiempo.
Junto a los regalos frutales, que dejan entrever que también los conquisteños creen en el poder fortalecedor del árbol, fuente de vida, se pintaban de azulillo, que se borra bien, o de rojo, mucho más difícil de quitar, dibujos y frases alusivas al amor y / o desdén.
Por eso, las madres y las propias jovencitas, se levantaban muy temprano a fin de recoger los regalos, si los había, y retirar la paja o la arena o borrar las pintadas que tanto les disgustaban.
Al decir esto, nos referimos a la vieja costumbre, mantenida aún en algunos sitios, de salir al campo a recoger hierbas olorosas y medicinales, entre las que está la verbena (Verbena officinalis), que acabó dando nombre a la fiesta [4], para lavarse la cara con ellas a la mañana siguiente. Tal como se hace en Conquista.
“La mañana de San Juan todas las flores tienen virtud” dice una vieja creencia catalana, que también se tiene en Conquista.
Por eso, en Conquista, después de recogidos los ramos y/o limpiada la puerta, todos van a lavarse con el agua preparada el día anterior en un lebrillo que contiene hojas de romero- que en el lenguaje de las flores significa: “acuérdate de mí”, ramitas de albahaca, pétalos de rosas, hojas de toronja, hierbabuena, de limón,... aromáticas todas, que seguramente nos transmitían las cualidades benéficas del espíritu de la planta correspondiente, sobre todo, a la jovencita que renacía al lavarse con el agua de San Juan, sin que en ello intervenga para nada la fe religiosa en la intercesión del santo, aunque, tal vez sí exista la superstición de que el efecto benefactor del agua provenga del influjo que el santo ejercía sobre las plantas antes dichas”.

Por supuesto, el que quiera saber/leer todo sobre este artículo, solo tiene que entrar, como digo anteriormente, en la página de Juan Gutiérrez García. ¡No tiene desperdicio!

Isabelo, de todo lo que has contado sólo recordaba recoger todas las flores que podíamos, dejarlas la noche anterior en agua y después lavarnos la cara a primera hora de la mañana. ¡Gracias!