RODALQUILAR: "La história del pirata Frenich...

"La história del pirata Frenich
En la tradición oral de Rodalquilar pervive una historia lejana y emotiva, una historia de amor con final feliz entre un contabandista legendario y una guapa lugareña. Su descendiente, Marlene Frenich, nos la cuenta.
El pasado 25 de diciembre del 2.003 dejó de estar con nosotros Don Matías Freniche Ruíz, mi padre. Un gran amante de su lugar de nacimiento, la comarca de Níjar. Un hombre que, en contra de su voluntad, vivió casi cincuenta años alejado de esta tierra ya que emigró a Venezuela en 1.955 con la esperanza de encontrar un medio de vida mejor al que en estos lugares podía aspirar en aquel momento, entre ellas el no morir de silicosis, como muchos de sus compañeros de trabajo en las minas de Rodalquilar, que fallecieron por esta enfermedad. La sorpresa para este gran hombre fue que finalmente padecería este mal, agravándose con el paso del tiempo, hasta ocasionarle la muerte. Matías Freniche Ruíz, a pesar de la distancia entre este país latinoamericano y España, ha sido uno de los" Freniche" que más orgulloso ha estado de su apellido, por el que a lo largo de su vida trató de investigar y aportar a su vez la máxima información sobre sus orígenes. A continuación, como homenaje a su persona y a su reciente desaparición, se relatará lo que hace exactamente un año él mismo dejara por escrito, como un legado a todos aquellos que llevan este apellido y a los que están interesados en la historia de el llamado "Pirata Freniche".
La historia sucede en el s. XIX, cuando un contrabandista de apellido Frenich llega de manera fortuita a la Cala de San Pedro (próxima a Rodalquilar). El contrabando de telas de seda por las costas mediterráneas era la principal fuente de ingresos de este y de muchos otros contrabandistas que surcaban nuestras costas. Un fuerte temporal de levante obligó a este "comerciante del mar" junto a su embarcación y tripulantes a permanecer abrigado del viento durante varios días, en este puerto natural cercano a Rodalquilar.
Al amainar la tempestad, Frenich, de origen austriaco, bajó a tierra con la única intención de buscar algo de alimento ya que el "pescao salao" con el que se alimentaban y el agua que almacenaban en el barco se habían agotado. Junto a un compañero de brega se mezcla entre las personas de ese lugar, en aquel entonces una fértil vega con varios cortijos bendecidos por la abundancia.
Frenich toca la puerta de uno de los cortijos y dice en voz alta:
- Capitán Cristo..... Capitán Cristo........ mucha plata, mucha plata -haciendo alarde de su acaudalado bolsillo y su supuesta fe cristiana-. A continuación, una mujer de edad mediana abre la puerta desconfiada. Inmediatamente él enseña una bolsa de monedas y las hace sonar después de agitarlas fuertemente y pregunta a esta por algo de alimento, ayudándose con mímica. La mujer ofreció venderles gallinas ó conejos. El forastero señaló un grupo de gallinas que estaban en el corral. La amable mujer llamó entonces a su hija para que la ayudara a coger el futuro almuerzo de estos señores:
- María, ven y ayúdame
- Voy madre.-contestó la chica.-
Fue cuando "El austriaco" fijó su mirada en la chica. Ella al correr tras las presas, dejaba ver por esporádicos segundos las hermosas piernas que poseía. Estos segundos fueron suficientes para que Frenich sintiera una fuerte atracción por esta joven morena.
Regresaría una y otra vez al cortijo de la guapa María Segura, con la excusa de comprar más gallinas. Nació así una bonita amistad, que rápidamente se convirtió en amor a pesar de la diferencia de edad entre ambos. Las fiestas de los pueblos cercanos fueron puntos de encuentros entre estos amantes.
Poco tiempo después, Frenich decide regresar al mar y a sus responsabilidades como dueño de la embarcación. Fue cuando una triste tarde de principio de otoño el enamorado promete volver y tomar como esposa a la hermosa española que había llenado su corazón de amor e ilusiones.
La espera fue larga. María pasaba largas horas oteando el horizonte marino con la esperanza de ver aparecer la silueta del barco de su prometido.
Este caballero demostró ser un hombre enamorado, de palabra y hechos. Volvió de nuevo a la Cala de San Pedro, pero esta vez con la intención de quedarse junto a su amada. Una gran fiesta en casa de la familia de María, en el Cortijo La Joya, sería recordada por la abundancia de viandas, bebidas, alegría y amor. Rodalquilar fue el lugar elegido para que esta feliz pareja compartieran sus vidas.
El Austriaco, desde tierra, siguió dirigiendo la logística de la mercancía traída en barco. Con destreza y medios supo como llevar a cabo con éxito el desembarco de la mercancía y su distribución. Las noches, las costas de Rodalquilar y los jabegotes que allí arribaban eran los únicos testigos de la cantidad de contrabando que era transportada por los bergantines, que burlaban, en algunos casos, la vigilancia de los carabineros. En otras ocasiones estos eran testigos omisos de aquellos acontecimientos, acallados por el valor de algunas monedas.
Compró gran parte de las tierras de Rodalquilar. Los cortijos Maturana, La Unión, Bornos, Cortijo Colorao, Cortijo de Doña Francisca, Fartiquera, Los Peñones y Las Palmeras. Era en ellos, en grandes túneles construidos en su interior, donde ocultaba el contrabando.
Pronto llegaría descendencia. Nacieron dos varones con poca diferencia de edad llamados Matías y José, quienes viajarían en barco al lugar de origen de su padre con la edad aproximada de nueve y diez años respectivamente, junto a su padre (imagen inmortalizada en la única fotografía que existe de Frenich e hijos en el Puerto de Orán).
Frenich era un hombre muy culto. Una de sus prioridades como padre era que estos niños conocieran sus orígenes, que navegaran con él, que adquirieran cultura mediante las vivencias y los libros. Era poseedor de una amplia biblioteca a disposición de sus hijos, muestra del interés de este peculiar padre por enseñarlos, en un pequeño mundo aislado de la civilización.
Frenich pensó que podía sustituir su vida de aventuras en el mar por una muy diferente en aquel lugar que tanto le atrajo. El Cortijo La Unión fue testigo de aquella historia de lucha bravía entre el amor y el ímpetu personal de ambos amantes, poseedores de fuerte carácter y personalidad. María Segura ejercía con gran destreza los quehaceres cotidianos de los cortijos de la zona. Sin embargo, su marido era reacio a llevar este tipo de vida y dedicarse a las actividades propias del campo, por lo que aprender resultaba realmente difícil. Cuentan que en algunas ocasiones, Frenich intentaba ayudar y ser útil en las tareas domésticas de aquellos tiempos. Cuando llegaba a la era después de haber buscado algo de trigo, solo traía sobre la mula las sogas en las jamúas (dos pedazos de pitacos donde se enganchaban los haces de trigo). Por el camino iba derramando toda la carga, nunca supo amarrarlas. Estas torpeza y otras más costaban muchos disgustos y enfrentamientos entre la pareja.
Después de aproximadamente diez años de relación, una fuerte discusión entre el matrimonio origina la ruptura de esta relación. Frenich decide abandonar tierra y familia y lanzarse de nuevo a la vida que allí lo trajo, la navegación.
- “Aquí te quedas, con la tuya casa, la tuya oveja, los tuyos hijos y la tuya terra. Yo parto en el mio barco”, fueron las última palabras de el austriaco a su mujer antes de partir.
Ayudada por su fortaleza y el apoyo de sus padres y familiares, María pudo criar a sus hijos con gran dignidad. Aunque nunca lo demostró, su deseo y esperanza eran que volviera su gran amor de nuevo a esas costas, a ella.
Contrario a los deseos de María, el mar fue de nuevo su gran rival. En el puerto de San Pedro, María volvería a derramar muchas lágrimas al ver como sus dos hijos, mayores de edad, se alejaban en un barco, siguiendo el mismo camino que su padre..."
CONTINUARÁ
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola. Estoy leyendo la historia relatada por Marlene Frenich, y como tantas otras del pueblo me emocionó. No tanto por el relato en sí, que es por demás interesante y cargado de emotividad, sino porque me viene a la memoria, nombres y vivencias escuchadas por mis padres. A Marlene, debo decirle, que conocí a sus padres. Venían de Venezuela, e iban hacia España. Decidieron pasar por la Argentina (Mar del Plata), donde tenían amigos. Creo que fue por el año 1976. Estuvieron unos días aquí y en Necochea. ... (ver texto completo)


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