Recuerdo uno de esos días en el que mi tía Emilia y servidora, como acompañante, tuvimos que ir a Benzal, el regreso sobre las 4 de la tarde, finales de junio, fuimos y volvimos en
tren, la vuelta fue épica, aquel sol, que ni debajo del
puente podíamos soportar, llegar al
pueblo, se levanto viento, las bojas rulaban como en las películas de aquellos pioneros
pueblos del Oeste Americano, nadie en la
calle, solo las dos pardillas, aquel día nos ganamos todos los galones, dejando el medallero vacio.
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