(Continúa)
Aunque hay variaciones de unos lugares a otros, el acto inaugural, obviamente, consiste en ir a la chopera o pinar en busca del árbol al que previamente han echado el ojo y elegido los mozos. En tiempos, podían ser los “quintos” de ese año los que lo elegían y después iban a recogerlo en un carro repleto de mozos. (Actualmente, el traslado se realiza con tractor y la fiesta suele trasladarse al fin de semana y en algunos pueblos se hace coincidir la pingada con las fiestas patronales.) Una vez cargado el árbol, “mayo”, se transportaba hasta la plaza, entre cánticos y bailes populares, y allí se pingaba.
Pero pingar el “mayo” es tarea compleja y se necesita habilidad, fuerza y mucha maña. Los jóvenes, y los que no lo son tanto, se las ingenian como buenamente pueden para conseguir izarlo hasta la verticalidad, encajando su base dentro de un hoyo previamente realizado en el suelo y fijándolo en su estabilidad mediante cuñas de madera.
Se servían (y se sirven) de maromas, horquillas, cuñas y escaleras. También se usan sogas. Mientras van contando y tirando al unísono. En más de una ocasión, más bien casi siempre, se han necesitado refuerzos, soliendo ser los casados, los que han estado dispuestos a echar una mano, de lo que da fe el dicho irónico de las mozas: «Vítores a mayo que te empinaron, pero fue con la ayuda de los casados».
Aunque hay variaciones de unos lugares a otros, el acto inaugural, obviamente, consiste en ir a la chopera o pinar en busca del árbol al que previamente han echado el ojo y elegido los mozos. En tiempos, podían ser los “quintos” de ese año los que lo elegían y después iban a recogerlo en un carro repleto de mozos. (Actualmente, el traslado se realiza con tractor y la fiesta suele trasladarse al fin de semana y en algunos pueblos se hace coincidir la pingada con las fiestas patronales.) Una vez cargado el árbol, “mayo”, se transportaba hasta la plaza, entre cánticos y bailes populares, y allí se pingaba.
Pero pingar el “mayo” es tarea compleja y se necesita habilidad, fuerza y mucha maña. Los jóvenes, y los que no lo son tanto, se las ingenian como buenamente pueden para conseguir izarlo hasta la verticalidad, encajando su base dentro de un hoyo previamente realizado en el suelo y fijándolo en su estabilidad mediante cuñas de madera.
Se servían (y se sirven) de maromas, horquillas, cuñas y escaleras. También se usan sogas. Mientras van contando y tirando al unísono. En más de una ocasión, más bien casi siempre, se han necesitado refuerzos, soliendo ser los casados, los que han estado dispuestos a echar una mano, de lo que da fe el dicho irónico de las mozas: «Vítores a mayo que te empinaron, pero fue con la ayuda de los casados».