El advenimiento de la II República ofrece a los jóvenes valores ilusionantes y prometedoras perspectivas. Agapito se siente profundamente identificado con el nuevo régimen de libertades. Él es un hombre del pueblo y a él se debe. A finales de 1931, el maestro, que acaba de cumplir los 40 años, ofrece un recital de guitarra en el Ateneo de Madrid que hace las delicias de un público muy selecto. El segoviano ha llegado a lo más alto. Su nombre es conocido y valorado. Pero lo mejor está por llegar porque 1932 es su gran año. En mayo repite en el Ateneo, donde recibe el aplauso de Unamuno, Valle-Inclán y compañía, y los periódicos y revistas no dejan de dedicarle reportajes y entrevistas. En junio de 1932, Albino Sanz charla con él para la revista "Cultura Segoviana". El periodista se refiere a Marazuela como «el genio vivo de la guitarra» y dice de él que es un concertista de gran valía, de arte incomparable y de prestigio bien consolidado: «Paso a paso, ha llegado a colocarse en la picota de este personalísimo arte español». El guitarrista está muy ilusionado y revela que toca unas 60 obras de autores que van desde los vihuelistas del siglo XVI hasta Falla, Turina y Moreno Torroba; pero «desde luego mi preferencia es por el clásico Fernando Soler y el gran músico y técnico creador de la guitarra Francisco Tárraga».