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MENESES DE CAMPOS: La fotografía está tomada desde el mirador de la Iglesia...

La fotografía está tomada desde el mirador de la Iglesia de Santa María de Montealegre, en primer lugar se observa el camino que cruza la carretera que baja a Meneses, más allá nos encontramos con Villerías, Vaquería, Castromocho.

Meneses de Campos, situado al sur de Tierra de Campo en el valle que cierran los Torozos en la balconada -verdadero mirador de Campos- que se forma entre el Mormojón -la Estrella de Campos-, la Cuesta Manuela en el este; el Garañón, la Atalaya, Las Aguileras, la ermita de Nuestra señora de Serosas en el Redentor, la Peña Valderey y el Monte Sardonedo en el centro; el Páramo San Buenaventura y el Moclín al oeste, todos ellos unos cien metros de altitud sobre Tierra de Campos

Subir hasta algunos de estos cerros, sentarte ahí, en la altura, frente a Tierra de Campos, te da la oportunidad de contemplar largamente el panorama, esa porción inmensa de terreno que no es fácil abarcar con una simple mirada.

Desde ahí se ven los caminos, los viejos caminos, rectos, dando la impresión que uno puede andar sonámbulo sin salirte de ellos, angosto, a veces pardos, otras, grisáceos. Las carreteras que no tienen una fisonomía, “no tienen carácter”, lo que si ocurre con los caminos, y que son el único tramo del paisaje donde los que pasan rompen la monotonía del silencio con sus ruidos. No vamos a hablar de todo los caminos, pues no acabaríamos, pero sentado en uno de esos miradores, pongamos por caso el que hay en la solana de la Iglesia de Santa María de Montealegre o en el del Castillo, el primero con que nos encontramos, donde las cuestas de los Torosos dan paso a la llanura de Tierra de Campos, al comienzo de la cuesta que sube a Montealegre, es con la antigua cañada Zamorana que discurre en paralelo a la línea que marca el caserío de Montealegre, hasta que, ya en el campo de Palacios, junto a la actual carretera, en el pago de las Gramas se le une una vereda que viene de Palacios. Desde aquí la cañada, hoy reducida a camino, continua paralela a la carretera por su margen izquierda hasta que cruzando la carretera que Desde Valladolid se dirige a Medina de Rioseco se adentra en el término de Valverde de Campos, siguiendo en paralelo a la línea de los Torozos. Podemos pensar que el antiguo Camino Real, que desde Meneses se dirigía hacia Palacios, siguiendo lo que es el actual cauce del arroyo el Cáncer, fuera un cordel que iba a unirse a dicha cañada zamorana.

Desde aquí podemos contemplar un paisaje potente, recio, áspero que, como afirmaba Zuloaga, llama la atención por sus “deslumbramientos y penumbras, sus oposiciones vigorosas de azules, granas y amarillos, y esos grises incomparables de sus lejanías caliginosas”. Y en medio de ese paisaje de “cuando en vez”, algún que otro soto, lugares poblados de árbol y arbustos, lugares amenos y frescos, donde descansar en lo días calurosos del verano.

Y ya que hemos mencionados los miradores, esos lugares elevados, abiertos a la llanura que permiten contemplar a alo lejos el paisaje, el panorama, y aunque ahora no venga al caso, sería interesante asomarse a algunos de los buenos miradores desde donde contemplar Tierra de Campos, esa llanura, llanura, llanura… que se pierde en la lejanía y que en los días de cielos limpios se puede otear hasta las estribaciones de los Picos de Europa: Seguro que todos conoce3mos algunos de estos miradores, testigos mudos del paisaje: La explanada del castillo de Montealegre; el mirador de Autilla del Pino, Desde el Moclín; la muralla de Urueña, desde donde se puede contemplar la Tierra de Campos vallisoletana y zamoranaza; la Estrella de Campos, el cerro donde se levantaba el castillo de la Torre de Mormojón y que era por el que los segadores que venía de Galicia se guiaban para Llegar al corazón de Campos; el Moclín en cuyas laderas tuvo lugar la batalla que los españoles perdieron contra las tropas francesa un 14 de julio de 1808; o desde cualquier otro cerro testigo, como el cerro de Almenara en Rioseco, o de los más sencillos tesos de los muchos que podemos encontrar en Tierra de Campos. Desde ellos se puede contemplar esta tierra teniendo la sensación que el tiempo se detiene ante estos campos labrados de arcilla, de tierras fuertes y fiel a su vocación cerealista, monótonos en su paisaje agrario, en el cual, y como una nota distintiva, destacan los con su caserío de tierra: tapial, tierra presada, o adobe, tierra con paja y agua secada al sol, y los numerosos palomares circulares, cuadrados o rectangulares, que no podían ser sino de tierra, así como los cercados de piedras de las eras con sus casetas y chozos, también de tierra. Y es que en esta tierra, como afirmaba el viejo filósofo, todo provenía de los cuatro elementos originales: Tierra, sol o fuego, agua, aire o viento. También lo afirmaba un viejo canto de la tierra, la relación de los martirios del trigo, que hace decir al trigo: no tengo más amigos que la tierra, el aire, el sol, la escarcha. Tierras de pan llevar, buenas para el trigo, del que salía el pan, y en las que, antes más que ahora, se cultivaba, casi mimosamente, la viña, para el vino, no había pan sin vino, por ello se decían de estas tierras que era de pan llevar y vino tomar.


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