Los suspiros que se oían en el aire arreciaban, haciéndose cada vez más frecuentes. Paco iba por el camino, y aunque no veía el cielo, oculto por una tupida niebla y el ramaje de los pinos, intuyó que sobre ellos debía flotar un denso nubarrón. Era tarde, y su mujer le esperaba pronto para la cena. El oscuro crepúsculo había invadido ya casi todos los lugares de los alrededores. Por la noche habría tormenta...