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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El Capitán Trueno, El MAR del MISTERIO
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

Tontorrón le preguntó qué le afligía de ese modo y el hombre contestó:
Tontorrón se acordó del viejo hombrecillo canoso, que quizás pudiera ayudarle; se fue al bosque a buscarlo, y en el sitio donde había cortado el árbol vio a un hombre sentado, con una expresión muy triste en el rostro.
Entonces la pidió Tontorrón como prometida, pero al rey no le gustó como yerno y le puso toda tipo de condiciones. Primero pidió a Tontorrón que le trajera a un hombre que fuera capaz beberse toda una bodega llena de vino.
Cuando Tontorrón oyó esto, fue con su oca y toda su comitiva a presentarse ante la hija del rey y, cuando ésta vio a las siete personas caminando siempre una detrás de otra, comenzó a reír a grandes carcajadas, y parecía que no podría parar nunca.
Llegaron después a una ciudad, donde gobernaba un rey cuya única hija era tan seria que nadie podía hacerla reír jamás. Por eso el rey había proclamado una ley, según la cual, quien pudiera hacerla reír se casaría con ella.
Y, cuando los cinco iban caminado de esta guisa, uno detrás del otro, aparecieron dos campesinos, con sus azadones. El cura les pidió que liberaran al sacristán y luego a él, pero, en cuanto tocaron al sacristán, se quedaron pegados; así que eran ya siete personas corriendo detrás de Tontorrón y de su oca.
Y, dicho esto, se le acercó corriendo y lo cogió por la manga, quedándose también pegado.
- ¡Eh, señor cura! ¿A dónde va tan aprisa? ¡No olvide que hoy tenemos bautizo!
Al poco rato apareció el sacristán que, al ver al señor cura siguiendo los pasos a tres muchachas, exclamó perplejo:
Entonces tomó a la menor de la mano para apartarla, pero se quedó igualmente pegado y tuvo él también que ir corriendo detrás.
- ¿No os avergonzáis, chicas descaradas? ¿Por qué corréis tras este joven por el campo? ¿Os parece bien lo que estáis haciendo?
En medio del campo se les acercó el cura que, al ver la procesión, exclamó:
Por la mañana cogió Tontorrón a la oca en sus brazos y se marchó, no preocupándose por las tres hermanas que iban pegadas detrás. Las muchachas tenían que seguirle siempre a todo correr, procurando no tropezar entre ellas.
Pero ella, que no entendía por qué no podía acercarse, pensó: «Ellas están ahí. ¿Por qué no puedo estar yo también?». Y se acercó corriendo, pero en cuanto hubo tocado a sus hermanas, se quedó pegada a ellas. Y, de esta manera, tuvieron las tres que pasar la noche.
- ¡No te acerques, por todos los Santos, no te acerques!