OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

RODALQUILAR: Una vez de regreso a la bonita ciudad de Cáceres, donde...

Una vez de regreso a la bonita ciudad de Cáceres, donde actualmente vivo, quiero escribir unas notas sobre el 4º Encuentro.
Buscaba en mi mente una palabra, un adjetivo o un nombre común, que sirviera de título a este mensaje, pero que a la vez sirviera para definir, con la suficiente exactitud, lo que a mí me ha parecido el 4º Encuentro y por más vueltas que le daba a mi mente, no encontraba esa palabra. Después, he caído en la cuenta de que no puedo encontrar una palabra sola, por la sencilla razón de que no se puede definir con una sola palabra un cúmulo de sentimientos y emociones. Muchos adjetivos le vendrían bien a este encuentro pero ninguno lo calificaría completamente. Por ello he decidido que lo mejor es llamarlo por su nombre.
La realidad es que encontrarse con personas que en otro tiempo fueron amigos, vecinos y conocidos, con los cuales se mantenía una buena, cordial y cariñosa relación, es verdaderamente emotivo, y al reencontrarse con ellos, se ve que, a pesar del paso del tiempo, esa buena, cordial y cariñosa relación vuelve a resurgir con la misma espontaneidad que si no hubiera existido ese lapsus de tiempo, que con algunos de ellos más que un lapsus ha sido casi toda una vida.
Este ha sido el segundo año consecutivo que he asistido al “Encuentro” y si del primero volví henchido, en este vuelvo pletórico, pues he encontrado a muchas más personas que el año anterior, a las que no esperaba ver.
Además de reencontrarme, con mi familia, a la que veo con más asiduidad, con las primas de mi padre que también son mi familia y sus maridos, con los cuales compartí su merienda-cena, con las hermanas Teodoro, con Joaquín Berenguel Sánchez y la casi totalidad de las familias Berenguel Sánchez, Berenguel Santos, Jiménez Berenguel muchos de cuyos miembros son conocidos como “Indala”, todos ellos, en cierto modo, es como si también fueran parte de mi familia, y Hernández Berenguel, a la que pertenece Justa, a la cual, por cierto, en el periódico La Voz de Almería, nunca le ponen correctamente su apellido, menos mal que sólo con decir Justa, todo el mundo sabe quién es, igualmente estuve con las otras partes de la familia de Justa, Paco, Alicia e Inma hijos de Francisco Hernández Ruiz, “Paco el de Justa”, vecino, amigo y compañero de mi padre, y la otra prima, la que es un alegre torbellino, Soledad García Hernández, hija de Manuel García Herrada, conocido normalmente como Manuel Herrada, que fue, desde la niñez, un buen amigo de mi padre mientras estuvieron en el pueblo.
También, como el año anterior, me reencontré con Doña Concha y su hijo, a la que escuché con atención su exposición sobre las escuelas del Patronato en Rodalquilar y el detalle que tuvo recordando a D. Ramón de Rotaeche, la persona que lo hizo posible y a todos los maestros que por Rodalquilar pasaron.
Asimismo, me reencontré:
-Con las hermanas Morales, mis queridas y apreciadas vecinas de la última etapa de mi estancia en Rodalquilar, con su hermano Joaquín, al cual no veía desde mi época de estudiante.
-Con su primo Juan Felices Alías y esposa, vecino en los años que viví en las Casas Nuevas, y con sus hermanos Antonio y la gemela de éste, Nieves, a los cuales no veía desde que salí de Rodalquilar, a pesar de que Antonio y yo hemos vivido en las mismas varias ciudades pero sin coincidir en el tiempo.
-Con Antonio Gonzálvez, buen amigo y compañero de trabajo de mi padre, y su esposa Emilina, las hermanas de ésta, María acompañada de su hija Marilita Tristán, con la que recordé los años de juventud en Almería, y Carmelina con su esposo, José Martínez Alías, con el cual recordé sus años de soldador en el taller.
-También tuve el placer de charlar durante un ratito con mi apreciada Ana Gil Picón, amiga primero de mi madre y después de mi hermana, con la cual llevaba varios años sin encontrarme.
-Con el apreciado Fernando Linares y su amigo y vecino del cuartel José Lermos, “Joselito” en sus años rodalquilareños, que tampoco faltan a la cita.
-Con quien fue tornero en el taller y uno de los fundadores de un conjunto musical, Manuel Pérez, hijo de Manuel “el costurero”, y su hermano Paco Pérez, al que llevaba sin ver desde la niñez, que es más de mi edad y casi siempre, cuando jugábamos al fútbol, jugaba de portero.
-Con los hermanos Lozano, que trabajaron con mi padre y mi tío, en los talleres mecánico y de carpintería.
-Con Manuel Méndez Compán, al que felicité por su cumpleaños, después de haber visto publicada en el periódico, la fotografía de sus años de aprendiz.
-Con Matías Freniche Torres que ya lleva unos años de nuevo con nosotros, y el que fue su vecino en Maturana, Manuel Agüero, que continúa igual de dicharachero que cuando trabajaba en el economato.
-Con Juan Perea, que es la amabilidad personificada y asiduo participante en todos los encuentros.
Pero este año, además he podido ver nuevamente a personas que llevaba más de cuarenta y seis años sin verlas. Con algunas de ellas ha sido realmente emotivo el encuentro y aunque no he podido estar con ellas todo el tiempo que debería haber estado, por haber querido dejar para más tarde la conversación con ellos, y hacer en primer lugar las salutaciones generales, cuando llegó esa hora ya me encontraba yo con un pequeño problema dental que desde dos días antes me estaba amargando la existencia.
Así fue el caso con mi buen amigo y vecino de la infancia Ramón Pérez Montoya “Apolinar”, menos mal que él sabe disculparme y por teléfono mantenemos un fluido diálogo. A Ramón no lo veía desde nuestro último encuentro en Almería, cuando teníamos diecisiete años. Durante un rato nos encontramos y hablamos los tres asiduos compañeros de la infancia y amigos de juegos y aventuras: Ramón, Joaquín Hernández Berenguel y yo.
Lo mismo me sucedió:
-Con Otón Cerdán, al que sólo saludé un momento dejando para después una charla que nunca tuvo lugar por enredarme demasiado.
-Con María Alonso, colaboradora de este foro, con la cual hablé un minuto de los tiempos en que su padre trabajó en la primera planta de la oficina.
-Con Luis Juan Iribarne, vecino de las Casas Nuevas y compañero de estudios en su día, hijo de Luis “el panadero” al que he mencionado en varios mensajes de este foro.
-Con Carmelina Amerigo, viuda de Salvador Freniche, y con su hermano Manuel, hijos de Antonio “el sacristán.
-Con Nieves Urrutia, la cual me sorprendió al ser ella la que se dirigió a mí, sin que yo la hubiera reconocido, pero una vez hecha la presentación, le recordé algún detalle de su padre y de su casa, junto a las escuelas de D. Jesús y Dª. Lola.
-Con las hijas de Manuel Larios, a las cuales no veía desde hacía cincuenta años, de las que siempre tuve recuerdos de cuando eran vecinas de las Casas Nuevas y su padre, que también era amigo del mío, iba tomando la lectura de los contadores de la luz.
-Con Antonio Curra, vecino de la misma manzana de casas en la que yo viví y con el cual recordé las tardes en que él y su padre, tocaban la guitarra y la bandurria.
-Con un chico mayor que yo, hijo de un brigada de la Guardia Civil, el cual llegó al pueblo cuando ya estábamos creciditos y cuyo hermano, José María Benavides Luque, fue mi compañero de pupitre en la escuela durante un tiempo. El encuentro con éste fue gracioso porque al decir yo, que me recordaba a alguien, mientras estábamos en un círculo de asistentes, éstos dijeron “a que no eres capaz de decir quién es” y mientras yo hacía memoria porque su rostro me era conocidísimo, comentó Joaquín Berenguel, dándome una pista, “éste no era de aquí, vino de fuera”, en ese momento se me aclaró la memoria y por su fisonomía dije de quién se trataba.
También pude conocer, al final de la noche, cuando ya me iba bastante molesto con mi pieza dental, a Sole Ortíz, colaboradora como otros de este foro, a la cual no recordaba de los años cincuenta.
Escribiendo de memoria esta relación tan larga, pero que creo que ha servido como para dar una ligera idea de lo que fue el encuentro, es posible que me haya dejado a alguno en el tintero. Si es así le pido mil disculpas.
Además de los mencionados por mí, acudieron otras muchísimas personas a las que no tuve ocasión de presentarme y de saludarlas. Pero también hubo muchas ausencias a las que eché en falta.
Quiero mencionar que un momento muy emotivo fue el minuto de silencio que se guardó por Antonio Ruiz “el Torreoyo” y por los que, por su edad, les correspondería estar, y ya no están entre nosotros.
Por hoy creo que ya me he extendido demasiado y os voy a dejar. Esto lo he escrito así con la esperanza de que sirva de consuelo a los que no han podido asistir y para refrescar la mente a otros que se encuentran lejos, a los cuales creo que les puede agradar esta especie de resumen.
Un saludo a todo el foro.