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Mensajes de OROPESA DEL MAR (Castellón) enviados por caty:

Quien se lo iba a decir, pobre solterona
por pasarse de lista.
Quien se lo iba a decir, pobre solterona
Jajajaja que bueno.
A todos muy buen finde, disfrutar del carnaval, un besito
Que paséis unos felices carnavales
Salud y felicidad y un buen día.
Dan ganas de ir para ver lo que nos ofreces en las fotos.
Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed.

Ovidio
La amistad puede convertirse en amor. El amor en amistad... Nunca.

Albert Camus
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió.

Joaquín Sabina
Serrat decía algo parecido,"añorar lo que nunca he tenido"
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió.

Joaquín Sabina
Nos regalas una primicia, feliz día Victoria
Para desayunar celebrando el cumpleaños de Diego.
También desayuno y luego al mercadilllo. Noemí, lo han vuelto a cambiar otra vez de sitio.
Valiente, que mayor estás. Felicidades y pide muchos regalos para eso están los abuelos.
Más bonita que ninguna, más bonita que ninguna
más bonita que ninguna dicen todos al mirarme
yo no sé por qué será
ni por qué vendrán detrás
Porque solamente soy una buena chica, una chica más
Yo no valgo casi nada
los espejos me lo dicen
sé que tengo corazón
sé lo bien que puedo amar
Pero solamente soy una buena chica, una chica más ... (ver texto completo)
más bonita que ninguna
Más bonita que ninguna, más bonita que ninguna
más bonita que ninguna dicen todos al mirarme
yo no sé por qué será
ni por qué vendrán detrás
Porque solamente soy una buena chica, una chica más
Yo no valgo casi nada
los espejos me lo dicen
sé que tengo corazón
sé lo bien que puedo amar
Pero solamente soy una buena chica, una chica más ... (ver texto completo)
Buenas tardes Victoria y amigos
Buena tardes amiga Victoria y Berta y acuario hasta ahora
SALUDOS, estoy enamorada de esta foto
La Zorra y El Gallo

Quería una zorra desayunarse con la pechuga de un gallo que lucía su corpulencia cantando en un árbol.
- Querido gallo, tengo una gran noticia que darte - le dijo la zorra.
- Amiga, ¿qué fresca noticia me traes? - Preguntó el gallo.
- Pues que las zorras han firmado la paz con las aves de corral. Por lo tanto, ya no estamos en guerra. Baja presto, amigo, para darte un fuerte abrazo y celebrar así nuestra amistad.
- Debe ser cierto lo que me cuentas - contestó el gallo -, ... (ver texto completo)
La Abeja y La Paloma

Cierto día muy caluroso, una paloma se detuvo a descansar sobre la rama de un árbol, al lado del cual discurría un límpido arroyuelo.
De repente, una abejita se acercó a beber, pero la pobrecita estuvo a punto de perecer arrastrada por la corriente. Al verla en tal aprieto la paloma, voló hacia ella y la sacó con el pico.
Más tarde, un cazador divisó a la paloma y se dispuso a darle muerte. En aquel mismo instante acudió presurosa la abeja y, para salvar a su bienhechora, ... (ver texto completo)
El Zorro y El Cuervo

Cierto cuervo, de los feos el primero, robó un queso y, llevando su botín fue a saborearlo en la copa de un árbol. En estas circunstancias lo vio un zorro muy astuto, y comenzó a adularlo con la intención de arrebatárselo.
- Ciertamente, hermosa ave, no existe entre todos los pájaros quien tenga la brillantez de tus plumas, ni tu gallardía y belleza. Si tu voz tan melodiosa como deslumbrante tu plumaje, creo, y con razón, que no habrá entre las aves quien te iguale en perfección.
Envanecido ... (ver texto completo)
El Cabrito y El Lobo

Al salir la cabra de su establo encargó a su hijo el cuidado de la casa, advirtiéndole el peligro de los animales que rondaban por los alrededores con intención de entrar a los establos y devorar los ganados.
No tardó mucho en llegar el enemigo: ¡Un lobo horrible, amiguitos míos, un lobo!, que imitando la voz de cabra llamó cortésmente a la puerta para entrar.
Al mirar el cabrito por una rendija vio al feroz carnicero y, sin intimidarse le dirigió el siguiente discurso:
- ... (ver texto completo)
Que cosas más bonitas nos mandas.
Una vez que terminó de dar todas las explicaciones, Dédalo se lanzó al espacio. Icaro lo siguió como un pichón que sale por primera vez del nido. Pero Icaro pronto se entregó al placer del vuelo con entusiasmo. La vista era maravillosa y comenzó a volar más y más alto acercándose peligrosamente al sol. Es así que las plumas comenzaron a desprenderse de la estructura hasta que Icaro cayó fatalmente, ahogándose en el mar.
- Eurídice, Eurídice...

Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada.
Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación:
Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”.
- Así se hará –aseguró el músico.
- Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
- ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.
- Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.
Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar.

La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían.
Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras:

- ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo.
Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna.
Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas.

Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida.
La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice.

La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino.
Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.

- Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.
Cuentan las leyendas que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.
el zumo
el pan de Calatrava
las torrijas
vuelvo a poner la mesa
Charo, que tal tiempo hace por Levante?, en Madrid ha llovido algo.
¡Oh, delicada llama, ardor primero
velado en llanto y celestial mirada,
par del trino, la fuente y la azucena!

Mírame combatido y prisionero
volver a tu ilusión breve y tronchada
como un temblor en la desierta arena

Un beso para Noemí
Tu soledad de nieve reclinada,
virginal y sencilla, en mi memoria,
como agua fiel de fatigada noria
viene a regar mi voz enamorada.
¡Cómo recrea el alma sosegada
la penumbra y dulzor de aquella historia
con resplandores de tardía gloria
entre abejas y frutos constelada!
El padre consintió a condición de que el cazador matara una docena de búfalos para la fiesta de la boda. El cazador nunca había matado más de un búfalo de una sola vez. Pero esta vez, tomando su nuevo arco y flechas, se dirigió al bosque, y pronto vió una manada de búfalos que descansan en la sombra.
Poniendo una de sus nuevas flechas en el arco, disparó y un búfalo cayó muerto. Y luego, un segundo, un tercero, y así hasta doce. El cazador regresó a decirle al padre que mandara hombres para llevar la carne a la aldea. Se hizo una gran fiesta cuando el cazador se casó con la muchacha que había perdido a su madre.
Llevaba mucho tiempo llorando, cuando un hombre joven salió del bosque. Él vio el árbol muerto y pensó que era justo lo que él necesitaba para fabricar un nuevo arco y flechas, ya que él era un cazador. Habló con la muchacha quien le dijo que el árbol había crecido en la tumba de su madre. La muchacha le gustó mucho al cazador y tras hablar con ella fue donde su padre para pedirle permiso para casarse con ella.
El padre consintió a condición de que el cazador matara una docena de búfalos para la fiesta de la boda. El cazador nunca había matado más de un búfalo de una sola vez. Pero esta vez, tomando su nuevo arco y flechas, se dirigió al bosque, y pronto vió una manada de búfalos que descansan en la sombra.
Ella bebió y comprobó que era muy refrescante. Pero un día, la madrasta lo vió y pidió al marido que cubriera el arroyo con tierra. Cuando la muchacha regresó a la tumba, vió que ya no estaba el riachuelo y ella lloró y lloró.
Llevaba mucho tiempo llorando, cuando un hombre joven salió del bosque. Él vio el árbol muerto y pensó que era justo lo que él necesitaba para fabricar un nuevo arco y flechas, ya que él era un cazador. Habló con la muchacha quien le dijo que el árbol había crecido en la tumba de su madre. La muchacha le gustó mucho al cazador y tras hablar con ella fue donde su padre para pedirle permiso para casarse con ella.
Había un agujero en ella del de caían gotas de un jugo. La muchacha lamió unas gotas y las encontró muy ricas, pero de nuevo su madrastra se enteró pronto y, una noche oscura, cortó la calabaza y la arrojó lejos. Al día siguiente, la muchacha vió que no estaba la calabaza y lloró y lloró hasta que de pronto, oyó el rumor de un riachuelo que le decía "Bébeme, bébeme".
Ella bebió y comprobó que era muy refrescante. Pero un día, la madrasta lo vió y pidió al marido que cubriera el arroyo con tierra. Cuando la muchacha regresó a la tumba, vió que ya no estaba el riachuelo y ella lloró y lloró.