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OYON: ¿Cómo se llenaban?...

¿Cómo se llenaban?

En otoño se recogían elementos vegetales como las hojarascas del monte, ramas o cañas y se cor­taban helechos que serían utilizados en las neveras como elementos aislantes.

Se recogía la nieve, en el entorno más inmedia­to a la nevera, a finales del invierno y comienzos de la primavera. Los obreros especialistas en su lle­nado cortaban la nieve con palas y la transporta­ban hasta la boca del pozo en cestos, trineos o en bolas, si la inclinación del terreno lo permitía. Aquí comenzaba el trabajo duro: en el interior del pozo se iban depositando las cargas de nieve, donde se machacaba y apisonaba con los pies, palas y pi­sones de madera hasta formar una masa de hielo compacta y sin huecos, lo más homogénea posible, para disminuir el volumen ocupado y conservarse durante más tiempo sin licuarse. Normalmente se hacía en capas sucesivas para facilitar la labor de extracción del hielo. Dichas capas, de 30 a 50 cm de espesor se alternaban con otras de hojarasca, helechos o paja, cuidando de no dejar huecos en el relleno y de no colocar demasiada paja para evitar que esta fermentase desprendiendo calor. Las pare­des eran forradas por cañas o ramas de hojas secas a medida que se iba llenado el pozo, evitando el contacto directo con la pared de piedra.

La dureza del trabajo debía de ser impresionan­te. Los trabajadores de la nieve no disponían de las prendas de abrigo ni calzados adecuados a las condiciones del frío acumulado en el interior del pozo. Cuanto más grande fuera la nevera mejor se conservaba el hielo; se necesitan 5.000 kilos para formar un bloque mínimamente perdurable, calcu­lándose unos 500 kilos por metro cúbico. Se trataba de llenarlo y mantenerlo sólido hasta el verano.

¿Cómo se repartía la nieve?

El hielo, cortado en pequeños bloques con ha­chas o sierras en el interior del pozo, se desempoza­ba extrayéndolo con una polea hasta la superficie. Se embalaba en cajas de madera o se cubría con telas y envolvía en sacos. Tales bloques de hielo eran trasladados por los trajineros, una vez cubier­tos con helechos y terrones para evitar su deshielo, sirviéndose de caballerías con serones o de carros, a diversas poblaciones con destinos tales como ta­bernas, posadas, hospitales o casas señoriales. En estas últimas el hielo se utilizaba preferentemente para suministrar las primeras neveras domésticas donde conservar los alimentos (carnes y pescados), así como refrescar el agua y otras bebidas. Cuan­do llegaba a su destino, se vendía -limpio de ele­mentos vegetales- por libras o arrobas pesadas con balanza y comprobaban las condiciones de calidad y limpieza. En las épocas calurosas, el hielo era trasladado preferentemente de noche, para evitar el calor del sol.

¿Para qué se usaba?

Durante los siglos anteriores a la era industrial disponer de hielo o nieve en la época estival fue una necesidad tan básica como es hoy disponer de una nevera en el hogar.

Fue usado principalmente con fines terapéuti­cos, así como para la fabricación y conservación de fármacos y recetas.

Eran aprovechadas sus propiedades curativas en usos como:
Sedante: La adición de hielo en baños fríos o su aplicación sobre la piel en bolsas elabo­radas con vejigas de cerdo calmaba cefaleas, dolores producidos por traumatismo de hue­sos, quemaduras o desgarros y sobre todo rebajaba la fiebre en múltiples afecciones (meningitis, escarlatina, gripe, peste, fiebres tifoideas y amarilla...).
Anestesiante: Era utilizado con este fin en la práctica de la cirugía.
Astringente: Detenía hemorragias al tiempo que las higienizaba.
Excitante: Para estreñimientos, dolencias de vejiga o de abdomen.

El hielo era también aprovechado en el área de la alimentación para conservar carne, leche, frutas y pescados; elaborar bebidas y refrescos, granizados y helados de varios sabores; transportar alimentos perecederos hacia núcleos rurales o urbanos.


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