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OYON: ¿Qué son las neveras o pozos de nieve?...

¿Qué son las neveras o pozos de nieve?

Las neveras eran pozos donde se depositaban la nieve de los montes y sierras para convertirla en hielo; se encontraban generalmente en las afueras de la población.

Existen dos tipos de neveras: naturales y arti­ficiales o arquitectónicas.

Las naturales son aquellas en las que la nieve se almacena en relieves orográficos, hoyos o cue­vas.

Las artificiales o arquitectónicas, se construían siempre hacia el norte o en el lado más sombrío, en altitudes entre los 400 y 1400 metros.
Una nevera artificial es un pozo horadado en el terreno o excavado en roca, de planta circular con muros de contención y techumbre, que dispone de una abertura para la introducción de la nieve y posteriormente para la extracción de hielo.

Interior del pozo la Nevera Este pozo se adapta perfectamente a los ya localizados en Cantabria y otras comunidades que se realizaron de acuerdo con el Tratado de Ingeniería y Obras Públicas en la época de Felipe II. Su finalidad era la de recoger y guardar la nie­ve durante el invierno para utilizarla a lo largo de los meses siguientes, sobre todo en el estío. Llegó a ser una actividad que creó una industria tradicio­nal que generó trabajo, comercio, y sus arriendos generaron beneficios económicos para los munici­pios, concejos y particulares.

El trabajo en las neveras era un oficio duro, desarrollado en gran parte en los rigores del in­vierno y durante las noches de verano, pero era mantenido por gentes con notable cualificación para realizar correctamente su cometido. En definitiva, trabajadores con conocimientos que se per­feccionaban a lo largo de los años, lo que permitía elegir acertadamente los emplazamientos idóneos para construir los pozos y mejorar las técnicas de empozado y almacenamiento.

La nieve se convirtió durante varios siglos en un verdadero negocio gestionado por un "admi­nistrador de la nieve". Los ayuntamientos solían adjudicar este negocio al mejor postor mediante remate. Los horarios de venta eran severos, excep­to en casos de enfermedad, para los que se podía vender a lo largo de las 24 horas del día. El adju­dicatario debería comenzar a vender la mercancía a las cinco de la mañana y tenía que tener abierto el negocio hasta las diez de la noche en verano, y entre las ocho de la mañana y las siete de la tarde en invierno.


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