Roncesvalles fue de siempre
vía de paso obligatoria para entrar en la Península Ibérica. Por Roncesvalles penetraron fundamentalmente los celtas, los bárbaros (409), los godos que se establecieron a lo largo de la
cuenca del Duero, y naturalmente el rey Carlomagno con el más poderoso
ejército del siglo VIII,
camino de la ciudad de
Zaragoza. Carlomagno, dado que fue derrotado en Zaragoza, decidió, camino de su reino, reducir a
ruinas la capital de los vascones, Pamplona. Fue al regreso, en los Pirineos, entre el collado de Ibañeta y la hondonada de
Valcarlos, donde hubo de sufrir una contundente emboscada por partidas de nativos vascones, a los que les resultó fácil provocar un descalabro general a base de lanzar
rocas y dardos. La Chanson de Roland, escrita en algún lugar de
Francia hacia finales del siglo XI, concibió el desastre en el llano, entre Roncesvalles y la villa de Burguete, y los atacantes ya no eran vascones, sino sarracenos, quienes en realidad nunca llegaron a expandir sus dominios tan al norte.