el huevo Nevera del Palacio un poco de historia de este tema, OLITE

Desde una de las murallas, la Ochavada o desde fuera del Palacio se distingue un peculiar bloque cónico -que se conoce vulgarmente como el “huevo”- que en primer momento pensamos que podía ser un aljibe o depósito de agua pero que luego nos explicaron que funcionaba como nevera o hielera, manteniendo hielo y alimentos congelados hasta bien entrada la primavera o el verano, un lujo al alcance de pocos

Los pozos de nieve o neveras son construcciones subterráneas de planta circular o cuadrada realizadas en piedra o en ladrillo que se cierran mediante cúpula ovoide o cónica. Al exterior se levantaba, a veces, para preservar al pozo del calor, un edificio con diversos accesos cubierto por un tejado. Tenían como misión almacenar la nieve o el hielo de la estación fría con objeto de conservarlos para su uso durante el verano y otoño. Para facilitar esta conservación tenían pocos huecos y además siempre orientados hacia el norte. También se almacenaba la nieve en simas naturales de las sierras llamadas leceas.

El producto lo recogían de los alrededores con obreros contratados y se transportaba en caballerías al pozo. Si estaba cerca, se hacían grandes bolas de nieve. Si nevaba poco, solía recogerse el hielo de algún río cercano o de algunos estanques hechos ex-profeso. El hielo era desmenuzado mediante mazos de madera antes de almacenarlo. Previamente el suelo se había preparado con una capa de matas secas o sarmientos con objeto de aislar la nieve que se colocaba apisonada en capas separadas por pala, hierbas, esparto, etc. El agua derretida se colaba a través de la leña seca y salía al exterior mediante un desagüe.

Existían dos clases de neveras: unas llamadas de producción, a veces distanciadas de los centros de población, y otras de aprovisionamiento situadas dentro de las localidades y que en algunas ocasiones era sencillamente una bodega. Aunque existieron neveras de propiedad particular, en la mayoría de los casos eran propiedad de los ayuntamientos, ya que el disponer de este producto satisfacía una necesidad pública imprescindible. Casi siempre los ayuntamientos las arrendaban a particulares por uno o varios años mediante subasta o candela.

El arrendador, a quien llamaban en algunas partes nevero, estaba obligado a abastecer de nieve al lugar, generalmente desde Pascua de Resurrección hasta noviembre, se le imponía un precio fijo por libra, y debía estar a disposición de los vecinos tanto de día como de noche. De lo contrario el nevero era multado. Ningún forastero podía venir al lugar a vender nieve haciéndole competencia. Los años que nevaba poco provocaban un aumento de precio porque había que ir a buscarla a otros lugares, a veces lejanos. Todo esto dio lugar a una comercialización, incluso interprovincial, de la nieve y a unos buenos ingresos económicos, sobre todo para algunos propietarios que tenían neveras naturales en las sierras de Urbasa y Andía.

El uso de la nieve, aunque se remonta a la antigüedad, se puso de moda en nuestras tierras a partir del siglo XVI, tomó mucho auge en los siglos siguientes, decayó en el XIX y desapareció a principios del siglo XX por la aparición de las fábricas de hielo. Se utilizó con fines terapéuticos para rebajar la temperatura en procesos febriles y detener hemorragias, en las congestiones cerebrales, como analgésico en las fracturas, etc. Otros usos más vulgares fueron la confección de helados y enfriamiento de bebidas. En el caso de vino clarete, es una costumbre que sorprende a los viajeros.

Son muchísimos los pueblos navarros en los que ha habido neveras, pero al perder su razón de ser, o desaparecieron totalmente o se conservan maltrechos. En Corella, Tudela y Viana hubo hasta tres y en Lapoblación hasta cuatro que abastecían toda la comarca, Logroño capital inclusive. Se conservan en buenas condiciones la de Sangüesa junto al Aragón, y el Pozo de hielo adosado al castillo de Olite que se utilizaba en la Edad Media. En Pamplona hay una en el palacio de los Virreyes de Navarra y existen noticias de otra en la calle Pozoblanco, de donde le viene el nombre. Por sus medidas son importantes la nevera de los Monjes de Fitero de 12 m de profundidad y la de Los Arcos, parcialmente destruida, que alcanza 9 m. Una nevera excepcional es la que perteneció a la cofradía de la Vera Cruz de Aras y que se ha conservado en perfectas condiciones. Al exterior es un edificio de humilde apariencia, pero subterráneamente el pozo, al que se accede por un largo pasillo, es una obra arquitectónica del siglo XVII. Tiene 8 m de diámetro y una potente cúpula de 19 anillos construida en excelente piedra sillar. Su capacidad de almacenamiento llegaría a los 300 m cúbicos. Abasteció de nieve a todos los pueblos de la comarca, incluso de La Rioja y de Álava.
(2017)