Adentrarse en
Aibar es levantar la mirada hacia el
cielo. Su
parroquia, la de
San Pedro, se convierte en el mejor símbolo de un
pueblo que, sobre todo, mira hacia arriba sin riesgo de quedarse adormilado abajo.
Aibar, a simple vista, parece un imposible arquitectónico: sus
casas, montadas unas sobre otras, parece como si jugasen a ver quien llega la primera a lo más alto del cielo.
Aibar, antesala sel pirineo.
Aibar,
piedra con sabor milenario
Aibar, encrucijada de
caminos con gente hospitalaria
... (ver texto completo)