Combarro no fue entonces villa ni ciudad, sólo una aldea dependiente de un
monasterio. Al carecer de fortificaciones tuvo la ventaja de evitar las frecuentes destrucciones de las localidades vecinas, en tanto que la carencia de un
puerto comercial (que está en
Pontevedra) no propició que allí se asentara la nobleza y los hombres de posibles que construían los pazos.