Durante el siglo XII el pequeño
pueblo de
Combarro y la isla de Tambo, en la ría pontevedresa, fueron donados por la reina Doña Urraca al
Monasterio de
Poio. Ambos sitios dependieron de este hasta el siglo XIX, cuando pasó a formar parte del municipio de Poio. Desde entonces su
casco antiguo ha conservado toda su esencia. Y es que Combarro se levantó sobre la
piedra, con una población dedicada a la
agricultura, a la
pesca y a la comercialización del vino.