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A VILAVELLA: "Huele a leña quemada". Este bien podía ser el título...

"Huele a leña quemada". Este bien podía ser el título de una novela, pero no, sinplemente son palabras corrientes que, escuchadas en un momento determinado evocan sentimientos y recuerdos de la adolescencia, que son imborrables.
Año 1968-69, no lo sé exactamente, además de ser irrelevante, pero si recuerdo perfectamente que estaba en edad escolar.
Ese día hacía mucho calor; mi padre (d. e. p.) necesitaba reparar las rejas del arado de hierro, que estaban gastadas y le hacía falta al día siguiente. El lugar donde se hacían estas reparaciones, era el único en el pueblo y, quizás, en el Ayuntamiento; sé que algunos ya lo estáis pensando: claro, a forxa do "tiu"ferreiro.
Aquellas rejas viejas estaban muy gastadas, por lo que decidieron hacerlas nuevas, siendo para ello necesario machacar el hierro bruto, por tal motivo hacían falta tres hombres. Por razones que desconozco, mis dos hermanos mayores no estaban disponibles; ante la necesidad, mi padre me explica el motivo y me dice; tenemos que hacer esto, ¿te atreves?; a mi me entraron sudores (y no del calor) pero acepté.
Lo recuerdo nítidamente, como si fuera hoy por la mañana: Nada mas entrar en el local, de no mas de nueve metros cuadrados (aprox.), justo en medio estaba la yunque, al fondo la fragua con el ventilador de aire para avivar el fuego de carbón para calentar el hierro y poder trabajarlo. Mientras muevo el ventilador, me explican el funcionamiento para coordinar los golpes y mantener el ritmo de golpeo. Por supuesto, me dan la maza mas pequeña; el hierro ya está al rojo vivo, con sus grandes tenazas, el tio Ferreiro lo pone sobre la yunque... empezamos. Mi padre se encuentra de espaldas a la puerta de entrada, yo a su izquierda, a su derecha el herrero, que es quien marca el ritmo, así como el principio y final de cada tanda de golpeos. También habíamos acordado el orden: primero el herrero, seguido de mi padre y depués yo. Con dos toques sobre la yunque... ¡empezó el espectáculo!, para mi, sin duda, lo era entonces; los tres parecíamos una sola máquina con buen ritmo de golpeo, hasta que aquel hierro cambiaba de color al enfriar y tenia que volver a ser introducido entre las brasas y... otra vez vuelta a empezar hasta que, de aquel trozo de hierro saliera una flamante reja para un arado.
Hoy, se puede ver de otra manera, pero estas cosas tenían mucho valor; salí de allí destrozado físicamente; por el calor y por un trabajo duro que no había hecho nunca, obviamente por mi edad: pero, moralmente salí muy crecido, con ese sentimiento inborrable, fué como si mi padre me diera la "alternativa", me sentía "hombre"para cualquier trabajo, No, no lo olvidaré.
Ya no comento lo del olor a leña quemada para no torturaros mas (menudo rollo). Esspero no haberos aburrido.
Saludos.