ARES: Era invierno y amaneciendo, un fuerte temporal de agua...

Era invierno y amaneciendo, un fuerte temporal de agua y viento me despertaba, el agua de la lluvia batía violentamente contra las vidrieras de mi habitación que simulaban estar llorando,  las contraventanas permanecían abiertas y sujetas por tiradores que enganchaban en la parez por afuera, apenas se podía ver el espectáculo que sucedía por lo que me decidí levantarme coger un trapo y secar la condensación que por dentro había en las cristaleras, pudiendo ver así balancear los árboles frutales ya que la habitación en la planta baja de la casa daba a la huerta, y allá al fondo pegado a la baja pared divisoria de piedra,  una cabaña hecha de varas y ramas que días antes yo había construido que servía de refugio a una gatita que   había parido no recuerdo cuanto el número de gatitos, el hecho me había supuesto la sensación del deber cumplido y seguí observando lo que para otros siendo un inconveniente para mi era un gratificante espectáculo
La naturaleza expresándose con violencia,  los árboles agitàndose en señal protesta y el rumor del viento como música de fondo y ante tal concierto decidí permanecer en la cama neutralizando mi voluntad pues aunque parezca contradictorio tal circunstancia la entendí cómo un regalo de la naturaleza y la música que venía de ahí afuera me invitaba a seguir durmiendo y así lo decidí, mientras desde la cama observaba cómo un naranjo arraigado en la parte alta de la finca vecina retaba al viento a combatir apenas sin inmutarse.
Estaba en la huerta del cura y era un árbol al que nosotros decíamos de naranjas bravas, esa huerta era un sin fin de árboles de diferentes frutas que a día de hoy ya no existen ya que en parte esa finca ha sido expropiada, a lo largo de la calle rectoral y hasta la carretera se elevaban unos viejos olmos que los días de tormenta y viento producían un estremecedor rumor así interpretado en las mentes de un niño, esa día no ocurrió así me envolvió lo que a través de la ventana vehía