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SANTA CRUZ DE LA SIERRA: QUINTA SEMANA CON MARIO ...

QUINTA SEMANA CON MARIO
Y nuevamente se encontraba Mario con sus alumnos reunido en las viejas escuelas de la calle Burgos del pueblo de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres).
Recordando a sus discípulos, las doce series del reloj que mide el tiempo, ese que tiene atrapada a la bestia del demonio que envuelto en la mentira continua atrapado por el tiempo.
Tomando Mario un libro en sus manos comenzó leyendo.
Tiempo, etimología latina “tempus”. Duración de las cosas sujetas a mudanza. Parte de esa duración. Época durante la cual vive una persona o sucede alguna cosa. en tiempo de Trajano; en tiempo del descubrimiento de América.
Tiempo. Filos. En la doctrina de la percepción sensible es costumbre desarrollar tres cuestiones de índole conexa, las relativas a la génesis y desarrollo de las representaciones de “movimiento”, espacio y tiempo. Las tres son inseparables, hasta tal punto que es difícil precisar cual es la representación primitiva y cuales son las derivadas. Quizá la conexión no es necesaria de igual modo entre las tres, pero es un hecho que genéticamente todas ellas se implican y además no es posible formarnos una idea clara de una de ellas sin contar con las restantes. El estudio filosófico del tiempo señala en primer lugar dos problemas de índole distinta: el psicológico, de la percepción del tiempo, y el ontológico, de la naturaleza y el valor de la idea del tiempo. El psicólogo empieza por distinguir entre la forma del tiempo, característica en todos los fenómenos de conciencia y la idea del tiempo, que elaboramos a base de la multiplicidad de estados, de los cuales unos persisten y otros cambian. El desarrollo de estos problemas especiales constituye la doctrina filosófica del tiempo.
Conocido es el pasaje de san Agustín en el cual está gráficamente expresado el carácter de aquella idea: quid ergo est tempus? Si nemo ex me quaerat scio; si quaerenti explicare velim nescio. ¿Que es el tiempo? Si no me lo preguntan lo sé, si lo quiero explicar no lo sé. Nada más fácil, dice el ilustre filósofo don Jaime Balmes, que contar con el tiempo; pero nada más difícil que concebirle en su esencia. En lo primero no se distingue lo rudo del sabio, ambos tienen ideas igualmente claras; lo segundo es sumamente difícil aun a los hombres más eminentes.
Levantando Mario la vista del libro, nos miró a todos y nos dijo. Suerte que no lo digo yo, se puede leer en este libro. Esto son dos charlatanes que se ilustran en la misma cuadra. Y seguidamente cerró el libro que leía.
Abrió otro de los libros que tenia en su mesa y comenzó a leer. Medida del tiempo.- La noción del tiempo se adquirió por la observación de dos fenómenos simultáneos que si comenzaron y concluyeron en un mismo instante, diremos que tienen duraciones iguales; también puede suceder que un fenómeno tenga una duración igual a la suma de otras dos duraciones, siendo susceptible de dividirse cualquiera de éstas en varias duraciones iguales. Por ser necesario para la medida de una cantidad adoptar otra de la misma especie como unidad y como no hay posibilidad de conservar una magnitud de tiempo como unidad, se adopta como tal la duración de un mismo fenómeno reproducido en las mismas condiciones. Este fenómeno puede ser de una determinada oscilación producida al desviar un cuerpo grave de su posición de equilibrio, la cual se mide por la duración desde que fué abandonado a su propio peso hasta que vuelve a recuperar la primitiva posición. Este fenómeno se reproduce por un péndulo, llamado así a un cuerpo pesado suspendido de un hilo flexible, móvil al rededor de un eje horizontal, el cual debe tener una amplitud de oscilación tal, que bata segundos, unidad que adoptaremos como de tiempo. La longitud del péndulo de segundos, en Madrid, es 0,99339 metros.
El segundo es la unidad de tiempo en Mecánica, aunque puede emplearse el minuto y la hora, la unidad minuto se suele emplear en medir revoluciones en máquinas y las horas para la determinación de las velocidades de los vehículos terrestres, marítimos y aéreos, como ferrocarriles, automóviles, buques y aeroplanos, midiéndose dicha velocidades en kilómetros o millas por hora, si bien es susceptible de poderse dar éstas en metros por segundo.
Como curiosidad diremos que hay varias clases de horas, por haber varias clases de días, según vamos a ver.
En astronomía se llama día al periodo de tiempo que transcurre entre dos pasos sucesivos de un astro por un mismo meridiano. El hombre de antaño, al observar el movimiento periódico del Sol, pensó en utilizar este astro para medir el tiempo. Este paso del Sol por el meridiano se llama día solar, y el paso de la luna día lunar, y el paso de una estrella, día sidéreo, luego existen tres clases de días. En la antigüedad se empleó la luna para medida del tiempo, y aún ahora existen calendarios lunares.
La duración del día solar no es constante por que el movimiento del Sol sobre la esfera celeste no es uniforme y por ello los días solares tienen distinta duración unos que otros, y desechando el día lunar, por la gran irregularidad de los movimiento de este satélite, sólo nos resta referirnos al día solar y sidéreo, y para compararlos se observará el paso del Sol y de una estrella por el mismo meridiano y suponiendo que esto sucede en un mismo instante físico comprobaremos que al día siguiente, la estrella pasa por el meridiano 3 minutos 56 segundos antes que el Sol. Luego el día sidéreo tiene 3 minutos 56 segundos menos que el día solar medido en tiempo solar, y que el día solar es 3 minutos 56 segundos más largo que el día sidéreo. Si repetimos la observación a los tres meses, comprobaremos que la estrella se adelantó 6 horas al Sol en su paso por el meridiano. A los seis meses, el adelanto es de 12 horas, a los nueve meses es de 18 horas, y al año el adelanto es de 24 horas. La estrella se adelantó un día, de donde se deduce que el año sidéreo tiene un día más que el año solar, y este un día menos que el sidéreo.
Por tanto, si los días solares y sidéreo no tienen la misma duración, las horas, minutos y segundos solares y sidéreos son diferentes, y como la observación de las estrellas no es fácil, es más usual la observación solar. Pero tropezamos con otro grave inconveniente, y es que si repetimos la observación del paso del Sol por un meridiano dos veces sucesivas, y con un buen reloj medimos su duración exacta, comprobaríamos al día siguiente que el Sol se adelantó o se retrasó, en su paso por el meridiano, en relación con el día anterior, o sea que dos días solares sucesivos no han tenido la misma duración. Por tanto, los días y horas solares, no sólo son diferentes a los días y horas sidéreos, sino que no son iguales entre sí. El día de hoy no tiene la misma duración que el de ayer y el de mañana, y lo mismo las horas, minutos y segundo. Esta si que es una grave dificultad para que el Sol nos sirva para medir el tiempo.
Si ahora hacemos la misma observación sobre una estrella o sea, observado la duración de dos pasos de un punto fijo de la esfera celeste por el meridiano de un lugar (lo que es el día sidéreo), con lo que comprobaremos que los días sidéreos son iguales entre sí, razón por la que las estrellas son el gran reloj exacto e inmutable del Universo, por cuyo motivo deberíamos medir el tiempo por las estrellas y adoptar el tiempo sidéreo, si no se presentase la dificultad de que las estrellas, a los tres meses de cuando empezamos a contar el tiempo al observar el paso simultaneo de cualquiera de éstas y el del Sol por el mismo meridiano, a los tres meses, como ya sabemos, las 12 horas sidéreas de ese día sidéreo serán 6 horas antes de las 12 horas solares, y a los seis meses las 12 horas sidéreas del día sidéreo, serán 12 horas antes de las 12 del día solar, razón por la cual es inaceptable esta medida del tiempo, ya que no vamos a decir a las 6 de la tarde o a las doce de la noche que es medio día, y por ello a pesar de la exactitud del tiempo sidéreo, no podemos adoptarlo para la vida corriente, a pesar de que los astrónomos lo usen en sus cálculos, no nos queda otra solución que seguir el procedimiento que han ideado los Astrónomos, consistente en crear una escala de corrección para la duración de los días solares, la cual no es otra cosa que la media aritmética de la duración variable unas veces en más y otras en meno de la duración del día solar medio con relación a un mismo meridiano que debe ser el lugar desde el cual se efectúe la observación. Esta observación se llama <<tiempo solar medio>>, que es el que marcan los relojes y al que temperamos todos los actos de nuestra vida.
Autor: Fermín Laina.