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RIOLOBOS: mi madre tambien solia leernos poesias de gabriel ygalan...

Ya que sale a colación varias veces mi padre -Don Miguel- os transcribo una poesía que a él le gustaba leernos aquellas noches en que no existía la televisión, a la luz de un carburo. ¿Y por qué recuerdo esta poesía? Por dos razones, porque la leía con lágrimas en los ojos cuando se murió su esposa, mi madre. No es que nos fueran a embargar, tal como dice la poesía, pero creo que en el fondo él quería demostrarnos lo mucho que la quiso y lo mucho que la echaba en falta. La segunda razón se debe a que, con los cambios tecnológicos, el aumento de la cultura, el salir de la Comunidad para visitar otras... ha provocado que la forma de hablar de los riolobeños no es la misma de la de los años 50. La forma de hablar se ha igualado y se han perdido las formas a que estábamos acostumbrados cuando éramos pequeños. Estuve en el Hogar del Jubilado en mi viaje del verano y allí lo noté; sólo pude apreciar el extremeño de entonces cuando intenté ver a Mari Carmen Fabián, en las casas del Ejido, y me encontré con su madre, Concha, la viuda de Luciano Fabián. ¡Qué frases más bonitas que salían por su boca!! Qué acento extremeño tan extraordinario! Me pareció estar a la puerta de su tienda ultramarino que tenía cerca de mi casa donde la gran mayoría de los que allí vivíamos acudíamos a comprar las cosas que nuestros huertos no nos daban, donde cada uno decía la suya mientras le despachaban.. De esa tienda recuerdo las sardinas arengues, saladas, que venían en una caja circular, que habían de ser envueltas en papel de estraza y luego aplastarlas con una puerta y su marco para poder quitar aquello que no se podía comer. ¿Os acordáis? Las sardinas frescas raramente las veíamos, sólo de vez en cuando en que el camión del Tio Castellanos traía alguna en los bajos del camión procedente de Plasencia. Ponían el camión frente de la Farmacia, echaban el pregón, y al poco rato ya no quedaba ninguna. Y los pobres gatos de los vecinos que esperaban que cayese alguna para participar del festín –gozaban de un olfato extraordinario- se quedaban maullando y con el rabo muy tieso esperando tiempos mejores. Y nosotros, que acompañábamos a nuestros mayores, esperábamos que nos tocase algún trocito de hielo con sabor a pescado para chuparlo en la tarde de verano que estaba a punto de caer.
Y es que en nuestro vocabulario no existía la palabra "nevera" o "frigorífico" porque la energía eléctrica, la que tenemos ahora, no aquella que venía de Galisteo que, según fueran las turbinas y el caudal del río Alagón, venía sólo por las noches con mayor o menor potencia; la que ahora pagamos -repito- no llegó a nuestro pueblo hasta el año 1956. Fue un acontecimiento y no ocurrió de la noche a la mañana. Se llenaron nuestras calles de escaleras y técnicos instaladores que se ocuparon de hacer un nuevo tendido eléctrico, construir el transformador en la salida del pueblo, aquella que pasaba por el taller de fabricar carros y nos llevaba a la fuente, contratar la potencia que cada familia necesitaba, hacer en la mayoría de los casos una nueva instalación en cada casa, colocar un nuevo contador... Y eso duró varios meses porque la manera de trabajar de entonces era mucho más manual que ahora. Hasta que llegó el momento en que cada vecino tuvo la energía en su casa, sin inauguraciones ni celebraciones especiales. Fue en verano- ¿Y queréis saber cómo reaccioné yo, que tendría unos 11 años? Me puse junto al interruptor de una de las habitaciones -ya no era de llave, como los antiguos- y durante mucho, mucho tiempo, recreé a mis sentidos del oído y de la vista a base de escuchar el clic mágico que permitía, a las doce del mediodía, encender y apagar la bombilla tan potente que a pesar de que el sol llenaba de luz la estancia, ella - la bombilla - ponía incandescente el hilillo metálico que encerraba su globo cristalino. ¡Vamos, que me di un gustazo tan grande que aún lo recuerdo! ¡Con qué cosas tan insignificantes éramos capaces de ser felices!
¿Por qué no escribís un poco sobre vuestros recuerdos? Los esperamos.

Y ahora, para acabar, os transcribo la poesía de Gabriel y Galán a la cual hacía referencia al inicio de mi escrito.

EL EMBARGO

Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos,
no le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo...

Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!

¡Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo!

Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
y esa segureja
y ese cacho e liendro...

¡Jerramientas, que no quedi una!
¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
ni esa segureja
ni ese cacho e liendro...

¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
cuatro mesis vivo
y una nochi muerto!

¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
porque aquí lo jinco
delanti usté mesmo!
Lleváisoslo todu,
todu, menus eso,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo!...

Saludos desde Sabadell.
Pedro Málaga

mi madre tambien solia leernos poesias de gabriel ygalan a ella la gustaba el cuistu benditu es preciosa dice asi
ondi huerun los tiempus
aquellus que pue que mucho mas larga
cuadu yo huy "presona leia" cantaris y
coplas "pa " catallus en una vigüela
bueno es mucho mas larga pero muy bonita
es bonito recor
dar cosas de pequeños al calor de lalumbre