El texto que sigue ha sido extraído y traducido de ‘An anthropological journey to Las Hurdes’, Vol. II, Dr. J.E. Alano, ed. Society for Anthropology of Europe, pub. 2007. La obra relata el viaje que el autor realizara a través de la comarca de Las Hurdes en el ya lejano año 2006. Todos los pasajes pertenecen al capítulo XIV del volumen II, dedicado a El Gasco.
“[…] Muy al contrario de lo expuesto por las referencias culturales precedentes, e.g. ‘Las Hurdes, tierra sin pan’ (film de L. Buñuel, 1933), a fecha de mi viaje este territorio no es pasto de la miseria, la enfermedad y el retraso, sino que Las Hurdes, y muy particularmente El Gasco, lo habita una élite genética humana tan abundante como jamás haya conocido este autor en ningún otro lugar, y el visitante resulta iluminado por la riqueza de sus costumbres e idiosincrasia, la salubridad de sus maneras de vivir y el carácter libérrimo de sus modos de pensar. […] Nutrido mi favorable veredicto por la existencia de semejante capital humano, apenas necesito mencionar que el entorno natural es incontestablemente magnífico.
[…] Gracias a la afortunada decisión de extender mi estancia en El Gasco he podido realizar un extraordinario descubrimiento: todas aquellas gentes, que tan acertadamente me habían parecido individuos superiores de la especie humana, constituyen de hecho especies diferentes a la nuestra. Especies peculiares, mejores, optimizadas quizá por la evolución aislada durante siglos previos en regiones tan inaccesibles. O herederas quizá de unas raíces biológicas diferentes de las nuestras, los frutos de semillas con mayor potencial. O a lo mejor son el producto de la operación de energías ignotas, de una fenomenología local que bien podríamos llamar mágica. Muchos son los indicios en que se insinúa esta sobrehumanidad de los gasqueños y la sobrenaturalidad de su alquería. […]
[…] A una de las especies (sobre)humanas que he distinguido en El Gasco convendré en llamarla 'precos'. Los varones precos gustan de afeitar sus cabezas, salvo unas largas colas de pelo que conservan desde la nuca hacia abajo. […] Son hábiles danzarines. Durante los festejos que celebraron a finales de mayo, uno de ellos sedujo a varias de las jóvenes de mi expedición mediante una suerte de baile sensual con sus caderas. […] La capacidad filosófica de los precos me impresiona a cada conversación que mantengo con alguno de ellos, su conversación es altamente estimulante para un pensamiento viciado de occidentalidad como el mío. Por lo demás, los precos son fieles practicantes de su propio discurso, con lo que resultan individuos de una ética impecable. […] Las mujeres precos se dejan ver irregularmente, nos privan de su gran belleza dedicándose los días enteros a sesudas lecturas en soledad. […]
[…] Las criaturas de la montaña en El Gasco viven una continua fiesta. Los gasqueños me han informado que viven una juventud eterna. […]
[…] Muchos gasqueños disponen de la habilidad extrasensorial de ver a los fallecidos -o mejor dicho, a sus espíritus antropomorfos-. Les distinguen de los vivos, en palabras literales de un gasqueño, “porque los muertos nunca devuelven el saludo”. […] Al parecer, las personas fallecidas suelen rondar los sitios que les eran habituales y de agrado, como los umbrales de sus propias casas. […]
En un palacio blanco en El Gasco residen tres hermanas que tampoco pueden considerarse meras humanas, su condición merece más bien categorizarse como de hadas o similares criaturas de fantasía. La mayor de ellas rige con su mirada la respiración de cualquier hombre, […] gobierna los vientos; […] su nombre es anagrama del ave y me consta que es señora del aire. […] Es líquida la joven mediana, cristalina, suave como la superficie de un lago, y su voz tintinea igual que el salpicar del arroyo que baja desde el Chorro; ésta es dama del agua. […] A la menor la he conocido muy poco. Ecos de El Gasco la proclaman criatura de luz, y de ello no debo dudar, basándome en su resplandor.
Por mi compromiso con la fidelidad a los hechos debo en este punto confesar cuál ha sido el motivo de extender mi estancia en El Gasco, aplazar las etapas venideras de nuestra ruta, que tan minuciosamente fueran planificadas antes de la partida. […] Una de las criaturas ha captado mi interés sobremanera. Se trata de –parece propio así llamarla- la ninfa de la tierra. […] Bien podría tratarse de otra especie, una bruja tal vez, a juzgar por el poder que ha conseguido desplegar sobre este viajero que les está relatando. […] una bruja aparentemente buena. […] Sólo he identificado este único ejemplar de ninfa de tierra. Su anatomía se diría una extensión de la geografía vertiginosa y ondulada de los terrenos que rodean El Gasco, […] sus dos ojos son olivas oscuras que podrían aludir al origen morisco que mencionan algunos autores para estos nativos; a mi entendimiento sin embargo la mirada suya resulta aún más arcana y me sugiere una génesis mística que directamente empareja a la ninfa con el mismo suelo donde arraigan los olivos.
[…] La ninfa es dada a practicar juegos malabares de tal dificultad y gracia que sólo contemplarlos aturden mis sentidos con una honda placidez. […] Calificaría de hipnótico su carisma con los niños. A decir verdad, tanto a pequeños como a adultos resulta de un magnetismo sobrenatural. Los congrega a su alrededor para desplegar su aura, la cual sobreviene a manera de un banco de niebla expansivo y reconfortante, y hace trascender a todos. He contemplado semejante fenómeno con mis propios ojos. […] Sabe con sus palabras dirigir la vida de los que la rodean; en sentido amplio los educa. […] La he visto llorar, perdida en sus pensamientos, defraudada tal vez por las inconveniencias en actos o palabras de otras criaturas de menor virtud. Parece así purgar al ofensor. […] Tengo fortuna porque carezco de un corazón útil, lo fracturaron hasta arruinarlo las intensas y prolongadas congelaciones de mi pasado viaje a Alaska. Tan sólo esa circunstancia me concede invulnerabilidad ante ella, y por extensión me otorga la capacidad de poder marchar de El Gasco algún día. […]”.
“[…] Muy al contrario de lo expuesto por las referencias culturales precedentes, e.g. ‘Las Hurdes, tierra sin pan’ (film de L. Buñuel, 1933), a fecha de mi viaje este territorio no es pasto de la miseria, la enfermedad y el retraso, sino que Las Hurdes, y muy particularmente El Gasco, lo habita una élite genética humana tan abundante como jamás haya conocido este autor en ningún otro lugar, y el visitante resulta iluminado por la riqueza de sus costumbres e idiosincrasia, la salubridad de sus maneras de vivir y el carácter libérrimo de sus modos de pensar. […] Nutrido mi favorable veredicto por la existencia de semejante capital humano, apenas necesito mencionar que el entorno natural es incontestablemente magnífico.
[…] Gracias a la afortunada decisión de extender mi estancia en El Gasco he podido realizar un extraordinario descubrimiento: todas aquellas gentes, que tan acertadamente me habían parecido individuos superiores de la especie humana, constituyen de hecho especies diferentes a la nuestra. Especies peculiares, mejores, optimizadas quizá por la evolución aislada durante siglos previos en regiones tan inaccesibles. O herederas quizá de unas raíces biológicas diferentes de las nuestras, los frutos de semillas con mayor potencial. O a lo mejor son el producto de la operación de energías ignotas, de una fenomenología local que bien podríamos llamar mágica. Muchos son los indicios en que se insinúa esta sobrehumanidad de los gasqueños y la sobrenaturalidad de su alquería. […]
[…] A una de las especies (sobre)humanas que he distinguido en El Gasco convendré en llamarla 'precos'. Los varones precos gustan de afeitar sus cabezas, salvo unas largas colas de pelo que conservan desde la nuca hacia abajo. […] Son hábiles danzarines. Durante los festejos que celebraron a finales de mayo, uno de ellos sedujo a varias de las jóvenes de mi expedición mediante una suerte de baile sensual con sus caderas. […] La capacidad filosófica de los precos me impresiona a cada conversación que mantengo con alguno de ellos, su conversación es altamente estimulante para un pensamiento viciado de occidentalidad como el mío. Por lo demás, los precos son fieles practicantes de su propio discurso, con lo que resultan individuos de una ética impecable. […] Las mujeres precos se dejan ver irregularmente, nos privan de su gran belleza dedicándose los días enteros a sesudas lecturas en soledad. […]
[…] Las criaturas de la montaña en El Gasco viven una continua fiesta. Los gasqueños me han informado que viven una juventud eterna. […]
[…] Muchos gasqueños disponen de la habilidad extrasensorial de ver a los fallecidos -o mejor dicho, a sus espíritus antropomorfos-. Les distinguen de los vivos, en palabras literales de un gasqueño, “porque los muertos nunca devuelven el saludo”. […] Al parecer, las personas fallecidas suelen rondar los sitios que les eran habituales y de agrado, como los umbrales de sus propias casas. […]
En un palacio blanco en El Gasco residen tres hermanas que tampoco pueden considerarse meras humanas, su condición merece más bien categorizarse como de hadas o similares criaturas de fantasía. La mayor de ellas rige con su mirada la respiración de cualquier hombre, […] gobierna los vientos; […] su nombre es anagrama del ave y me consta que es señora del aire. […] Es líquida la joven mediana, cristalina, suave como la superficie de un lago, y su voz tintinea igual que el salpicar del arroyo que baja desde el Chorro; ésta es dama del agua. […] A la menor la he conocido muy poco. Ecos de El Gasco la proclaman criatura de luz, y de ello no debo dudar, basándome en su resplandor.
Por mi compromiso con la fidelidad a los hechos debo en este punto confesar cuál ha sido el motivo de extender mi estancia en El Gasco, aplazar las etapas venideras de nuestra ruta, que tan minuciosamente fueran planificadas antes de la partida. […] Una de las criaturas ha captado mi interés sobremanera. Se trata de –parece propio así llamarla- la ninfa de la tierra. […] Bien podría tratarse de otra especie, una bruja tal vez, a juzgar por el poder que ha conseguido desplegar sobre este viajero que les está relatando. […] una bruja aparentemente buena. […] Sólo he identificado este único ejemplar de ninfa de tierra. Su anatomía se diría una extensión de la geografía vertiginosa y ondulada de los terrenos que rodean El Gasco, […] sus dos ojos son olivas oscuras que podrían aludir al origen morisco que mencionan algunos autores para estos nativos; a mi entendimiento sin embargo la mirada suya resulta aún más arcana y me sugiere una génesis mística que directamente empareja a la ninfa con el mismo suelo donde arraigan los olivos.
[…] La ninfa es dada a practicar juegos malabares de tal dificultad y gracia que sólo contemplarlos aturden mis sentidos con una honda placidez. […] Calificaría de hipnótico su carisma con los niños. A decir verdad, tanto a pequeños como a adultos resulta de un magnetismo sobrenatural. Los congrega a su alrededor para desplegar su aura, la cual sobreviene a manera de un banco de niebla expansivo y reconfortante, y hace trascender a todos. He contemplado semejante fenómeno con mis propios ojos. […] Sabe con sus palabras dirigir la vida de los que la rodean; en sentido amplio los educa. […] La he visto llorar, perdida en sus pensamientos, defraudada tal vez por las inconveniencias en actos o palabras de otras criaturas de menor virtud. Parece así purgar al ofensor. […] Tengo fortuna porque carezco de un corazón útil, lo fracturaron hasta arruinarlo las intensas y prolongadas congelaciones de mi pasado viaje a Alaska. Tan sólo esa circunstancia me concede invulnerabilidad ante ella, y por extensión me otorga la capacidad de poder marchar de El Gasco algún día. […]”.