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CABAÑAS DEL CASTILLO: (TERCERA PARTE COMENTARIO LA CAZA….) Por si fuera poco...

(TERCERA PARTE COMENTARIO LA CAZA….) Por si fuera poco aparecieron las escopetas semiautomáticas, con capacidad de cinco cartuchos, incluso más. El poder adquisitivo de la población en general subió y quien más quien menos se compró la escopeta que le permitiera “practicar este deporte”, y en nombre del deporte se “abrasaba” todo cuando se ponía delante de la boca de fuego sólo con tal de dar gusto al gatillo. Por otro lado, por los mismos años se generalizó la utilización del DDT en todos los campos, se dejó de sembrar como hasta entonces se había hecho, aparecieron enfermedades nuevas que atacaban a las piezas de caza y se consiguió romper el equilibrio natural en el que la caza llevó un gran revés. Hubo que agilizar leyes, decretos, cotos, parques, reservas, guardas forestales, etc., años después la Guardia Civil pondría en marcha una unidad de especialistas llamada SEPRONA para atajar los desmanes y tratar de salvaguardar en lo posible la caza, y lo cierto es que, quizá por todas estas medidas aún quede alguna pieza de caza en nuestros campos. La caza tal como la conocimos ha desaparecido. Lo que se practica hoy, eufemísticamente lo llaman deporte cinegético, pero claro, de alguna forma hay que llamar a los atentados contra la Naturaleza para que pasen más desapercibidos, sin embargo sus efectos ahí están sus efectos sobre la pirámide trófica.
La pesca en Cabañas tenía bastante menos éxito que la caza. Solía realizarse sobre el río o arroyo Berzocana, pues el Almonte tiene las aguas más frías y por tanto tenía menos peces, además de que “cogía más a trasmano”, como se decía. Las modalidades consistían en cualquier práctica que en poco tiempo consiguiera la mayor cantidad de peces posibles, (sólo había peces blanco, bogas y alguna que otra anguila, dependiendo de la temporada. Luego se construyeron las presas del río Tajo y el ciclo de la anguila se interrumpió por lo que en aquellos arroyos no volvieron a verse). Desde esta perspectiva el uso de la caña no tenía utilidad práctica alguna. En cambio eran frecuentes los cañales, el golpear las piedras con la marra; cuando el río casi se secaba y quedaban los charcos aislados, antes de que se secasen y muriera todo cuanto en ellos había, se solía utilizar la cal viva con la cual se conseguía capturar todos los pececillos que había y dejar limpias las aguas de sanguijuelas, con lo que luego el ganado podía beber con total tranquilidad, la coca, etc.; no era habitual el uso de redes o trasmallos, pues no solía haberlos. En una línea recta que une Cabañas con la finca La Dehesilla, en el punto por donde la misma cruza el río, existe un pequeño salto de agua, es “La Chorrera”, como la llamaban, era un lugar muy útil para la pesca.
Con el tiempo la pesca, al igual que estas técnicas de capturas, se fueron abandonando y sólo se utilizaban de forma muy esporádica, pues no eran demasiado prácticas, ya que si se cogía poca cantidad de peces no merecía la pena el tiempo perdido. Si se cogían demasiado se estropeaban, pues no había forma de conservarlos, y en cualquier caso no era difícil ser pillados in flagranti por la Guardia Civil, pues eran faenas que se tenían que practicar estáticamente sobre un charco, mientras que “la pareja”, desde lo alto de los cerros tenía una visión perfecta de los cauces de los ríos y arroyos, por lo que en alguna ocasión alguien se llevó un disgusto y, además, bastante serio.
Además de la caza y la pesca se obtenían alimentos de la Naturaleza, -aparte lógicamente de los obtenidos con las técnicas hortofrutícolas, que como se dijo eran escasas, pero las había-, de otros productos, tales como espárragos, achicorias, arromazas, bellotas que eran abundantísimas y en época de escasez, como fueron los años de la posguerra, además de asadas se llegaron a rallar para hacer migas que estaba bastante malas, casi imposibles de tragar, por lo menos casi tanto como las que se podían hacer con el escaso pan que se aderezaba con la harina amarilla del “racionamiento”, que decían que eran más peligrosas que el hambre misma; miel de jara, cardillos, berros, etc.
Así mismo, de los animales se aprovechaba absolutamente todo: cuando a los corderos se les amputaban los rabos (desrabonar decían por allí), técnica habitual y obligada por higiene, pues éstos se pelaban y se comían. Si se trataba de castrar a los cerdos, también se aprovechaban los testículos, para lo cual las mujeres procedían a “escaldarlos”, para que perdieran el sabor desagradable que de por sí tienen, luego los cocinaban fritos con tomate y especias y, ciertamente, no estaban mal. En otra ocasión, allá por el año 58 ó 59, un águila al tratar de cazar un conejo rozó con el suelo y se partió un ala, pues el animal entero, una vez desplumado, fue al caldero y guisado con las debidas patatas comieron más de veinte personas. Para más exactitud fue un día de viernes santo, pero vamos, no se tiene conocimiento de que ninguno de ellos fuera condenados eternamente por comer carne en tal día, aunque quizá esto sucedió para que se cumpliera aquello que, de forma burlona por las absurdeces impuestas a una sociedad que rozaba la hambruna obligándoles a hacer ayunos y abstinencias, el pueblo lo resumía en una frase o pareado muy apropiada: “tres días hay en el año que se llena bien la panza/ jueves santo, viernes santo y el día de la matanza”. Pues eso, ¡buen provecho a todos!…
En definitiva, que en un lugar tan apartado como es Cabañas –téngase en cuenta que no había comercios, ni ultramarinos, ni nada por el estilo-, no había más remedio que sobrevivir con los productos autóctonos del lugar, fueran de la procedencia que fueran. En definitiva las proteínas, hidratos de carbono, vitaminas, minerales y demás principios alimenticios, no tienen carné de identidad y vengan de donde vengan, su efecto es el mismo. Por todo ello puede decirse que la comida de los habitantes de este poblado era bastante completa, pues de los principios básicos: carne-leche-huevos-verdura-fru tas-legumbres-pescado, los tenían, sin embargo no siempre eran lo abundantes que hubiera sido de desear, y, si puede afirmarse que la mayoría de las familias no llegaron a pasar hambre, o demasiada hambre, en los años difíciles, fue precisamente debido a su sobriedad y adaptación al medio, aunque en todo caso sí tuvieron que soportar mucha, muchísima, escasez.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Sr. Castillo: Leí su respuesta a mi mensaje y me emocionaron mucho sus palabras, ya que es verdad lo que dice respecto al dolor que se lleva para siempre por haber tenido que dejar su pueblo, familia y amigos en pos de una vida mejor. Pero ellos me transmitieron el amor por su tierra y si bien no pudieron nunca regresar yo siempre sentí la necesidad de rendirles un homenaje y de volver a unir a la familia separada por un océano pero que se mantenía unida por el sentimiento y por las cartas como única ... (ver texto completo)