Antes de llegar al "mellao", a los pies del cogorro y fijandome en el rio me parecio ver ó mejor, suponer, otro de los lugares de mi infancia: "Los charcones". Pequeñas ondanadas a consecuencia de la erosión que para nosotros eran inmensas piscinas naturales. Aún veo a unos crios jugar en esa revuelta agua, otros, no tan crios, panza arriba sobre la lisa roca, se tuestan al sol entre helechos, juncos y zarzas hasta que son vueltos a la realidad por alguna libélula, mariposa molesta o en el peor de los casos, por esos traicioneros tábanos. Al llegar a "la teja", nos sumergimos en un profundo tunel. Los grandes castaños nos envuelven con sus sombras. La serpenteante carretera se mantiene en sombra muchos metros. La pizarra de la izquierda, llora por el agua recibida dias atras, mientras que los helechos, entre castaños, piden más lagrimas para su bienestar. Al final, llegamos al puerto y desviandonos hacia Navezuelas, paramos unos cientos de metro más alla. Quedaba lo más dificil. Caminar por una zona que ni las cabras habian recorrido en 30 años.
AFRICA C.V.
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