MONTEMOLIN: La guerra tardó en convertirse en parte de la vida...

La guerra tardó en convertirse en parte de la vida cotidiana de los españoles hasta que pudiera hablarse de frentes, de movimientos de tropas, de reclutamiento. José Luis Rodríguez Viñals tenía 16 años aquel 18 de julio. Pasaba el verano en un cortijo cerca de Montemolín, al sur de Badajoz. Preparaba el último curso de bachillerato con un párroco de Zafra. Le habría gustado ser médico. Recuerda una mañana con cortes de luz: “Sería mi madre quien puso la radio, recuerdo que se trataba de una de la marca Emerson y escuché noticias no habituales. Recuerdo también que la radio emitía músicas militares por la tarde. Y recuerdo a mis padres preocupados”.

Carmen Arrojo escuchó el discurso de La Pasionaria.
Su padre le dijo a
su madre: “La chica no sale de casa

Dos o tres días después llegó a su casa una cuadrilla de hombres armados con escopetas para llevarse a su padre a presentarse ante el comité local. José Luis le acompañó. Su padre suplicó ser encerrado en el Ayuntamiento de Montemolín y accedieron a su súplica. “Cuando vi a unas mujeres echando gasolina junto a la puerta del Ayuntamiento, quedé vacunado del todo”, confiesa José Luis Rodríguez. Algunas personas evitaron aquel conato de incendio y su padre llegó a ser liberado posteriormente cuando Badajoz pasó a manos de los sublevados. Unos años antes, José Luis había sido testigo de cómo una turba “acuchillaba de todas las formas posibles a un guardia civil que terminó desangrado casi a mis pies” y cómo semanas después un grupo de gente despavorida puño en alto hacían de las suyas por las calles de Zafra. “Mi padre vio llegar con optimismo la República, pero poco después comenzó a quejarse de lo que estaba sucediendo en la provincia: quema de siembras, tala de árboles, palizas, muertes, agresiones, quema de iglesias. Puedo decir que para entonces lo había visto todo”.