Convivencia de antiguas alumnas de la Escuela Hoga, CABEZA DEL BUEY

ANTONIO RINCÓN
Buenos días a todos.
Os doy las gracias por vuestra invitación y os felicito por la organización de este tercer día de convivencia de las escuelas hogares, las que en su día fueron nuestra casa.
Los seis años que yo pasé en la escuela hogar los tengo muy bien definidos: los dos primeros años fueron para mí los más familiares con D. Mariano y Dª Esther ejerciendo de padres y criándonos junto a sus propios hijos, cuidándonos a todos a la vez como una gran familia; los dos años siguientes fueron muy duros con la estricta disciplina de Dª Rosa, sus broncas, su mal humor, sus castigos y sus capones y un largo etc. que no merece la pena recordar; y en los dos últimos años entró una bocanada de aire de juventud y libertad de la mano de D. José Mª Barbado, con sus salidas a la sierra, su guitarra y su buena voluntad por tenernos siempre entretenidos y muy animados.
Pero creo que a estas alturas ya sobran las felicitaciones, los agradecimientos, los elogios y las florituras. Es cierto que los que en la década de los setenta y posteriores, los que tuvimos la suerte de poder estar entre estas paredes, fuimos unos privilegiados con respecto a otros e incluso a nuestros hermanos, recibiendo una educación y unos valores a los que ellos no tuvieron la oportunidad de acceder. Pero como ya he dicho, no voy a seguir por este camino. Hoy mi charla va a ir enfocada desde el lado oscuro, porque como todas las historias, esta tiene también su parte negra… Mientras pensáis en a qué me puedo referir, voy a hacer un pequeño inciso y a contaros una historia que sucedió en la Edad Media, concretamente en el Siglo XII, es la historia de Arn, el caballero templario. De todos es sabido que en la Edad Media era costumbre entregar toda la fortuna al hijo mayor y al pequeño mandarlo al sagrado o a monasterios, pues esto fue lo que le pasó al amigo Arn, con cinco años sus padres lo metieron en un convento, donde aprendió varios idiomas, matemáticas y todos lo que los monjes pudieron enseñarle incluso el manejo de las armas, pues entre los monjes se encontraba un caballero templario. Cuando Arn había cumplido diecisiete años, ya sabía todo lo que los monjes podían enseñarle, pero le faltaba algo muy esencial: conocer y desenvolverse en la vida mundana, por lo que le dieron un caballo y le dejaron marchar y ahí fue donde el amigo Arn se encontró por primera vez con que no sabía nada de la vida, no sabía cómo presentarse ante la que le dijeron que era su familia, ni cómo hablarle a una mujer, pues jamás había visto una. Eso sí, supo cómo dejar embarazada a la que en poco tiempo fue su prometida, pero en aquellos años el dejar embarazada a una mujer sin haberse casado con ella, suponía la excomunión y el destierro para él y toda una vida en un monasterio para ella.
Y ahora os preguntareis: ¿para qué nos ha soltado este rollo?
Para haceros ver que en casi todos nosotros hay un Arn, que a nosotros también nos arrancaron de nuestras familias, que yo mismo me pongo por ejemplo y os aseguro que yo podía ser el mismo Arn, que a la edad de siete años fui arrancado de mi familia, que cuando me fui de la escuela hogar me fui a un colegio de curas Jesuitas otros tres años más y al salir de allí me marché a la mili. Cuando terminé ya tenía diecinueve años y me encontraba con que había aprendido mucho, era muy educado, tenia don de gentes y sabía manejar las armas, como mi hermano gemelo Arn, pero también como él me había perdido la vida con mi familia, dos de mis hermanas ya se habían casado, mis otros dos hermanos se habían marchado a trabajar fuera, por lo que me veía tan solo y tan perdido como el amigo Arn y llegados a este punto, decidí seguir sus mismos pasos y, cómo no, también dejé embarazada a una mujer antes de casarme con ella, con la diferencia de que con ella encontré el cariño y el amor familiar que no había encontrado en los míos. A mí no me excomulgaron pero sí me casaron por el sindicato las prisas y también me desterraron aunque no fue un destierro forzoso, sino motivado por la necesidad de sacarme las alubias y sacar a mi mujer y mi hija adelante.
Hoy en día tengo un trato perfecto con mis hermanos, es más sé que incluso algunos de ellos han llegado a sentir unos sanos celos de mí, pues quizás debida a esa educación que yo recibí y ellos no, sus hijos han tenido una mayor confianza conmigo que con sus padres y eso les dolía un poco.
Un buen día se me ocurrió escribir este libro que tengo en mis manos y que estáis viendo en la proyección. Lo hice por dos motivos: primero para recuperar los momentos que me perdí de mi familia y segundo para tenerlos siempre presentes. Hoy en día tengo una hija que me ha dado dos nietos maravillosos y os puedo asegurar que no cambiaría mi vida por ninguna otra, pero también os aseguro que jamás olvidaré la parte de mi familia que me arrancaron estas cuatro paredes.
Muchas gracias y bienvenidos.
(3 de Agosto de 2013)