Juan Meléndez Valdés Batilo >
Los aradores
¡Oh! ¡qué bien ante mis ojos
por la ladera pendiente,
sobre la esteva encorvados
los aradores parecen!
¡Cómo la luciente reja
se imprime profundamente,
cuando en prolongados surcos
el tendido campo hienden!
Con lentitud fatigosa
los animales pacientes,
la dura cerviz alzada,
tiran del arado fuerte.
Los aradores
¡Oh! ¡qué bien ante mis ojos
por la ladera pendiente,
sobre la esteva encorvados
los aradores parecen!
¡Cómo la luciente reja
se imprime profundamente,
cuando en prolongados surcos
el tendido campo hienden!
Con lentitud fatigosa
los animales pacientes,
la dura cerviz alzada,
tiran del arado fuerte.
Anímalos con su grito
y con su aguijón los hiere
el rudo gañán, que en medio
su fatiga canta alegre.
La letra y pausado tono
con las medidas convienen
del cansado lento paso
que asientan los tardos bueyes.
y con su aguijón los hiere
el rudo gañán, que en medio
su fatiga canta alegre.
La letra y pausado tono
con las medidas convienen
del cansado lento paso
que asientan los tardos bueyes.
Ellos las anchas narices
abren a su aliento ardiente,
que por la frente rugosa
el hielo en aljófar vuelve;
y el gañán aguija y canta,
y el sol que alzándose viene
con sus vivíficos rayos
le calienta y esclarece
abren a su aliento ardiente,
que por la frente rugosa
el hielo en aljófar vuelve;
y el gañán aguija y canta,
y el sol que alzándose viene
con sus vivíficos rayos
le calienta y esclarece
Invierno! ¡invierno! aunque triste,
aun conservas tus placeres;
y entre tus lluvias y vientos
halla ocupación la mente.
Aun agrada ver el campo
todo alfombrado de nieve,
en cuyo cándido velo
sus rayos el sol refleje.
aun conservas tus placeres;
y entre tus lluvias y vientos
halla ocupación la mente.
Aun agrada ver el campo
todo alfombrado de nieve,
en cuyo cándido velo
sus rayos el sol refleje.
Aun agrada con la vista
por sus abismos perderse,
yerta la naturaleza
y en un silencio elocuente,
sin que halle el mayor cuidado
ni el lindero de la suerte,
ni sus desiguales surcos,
ni la mies que oculta crece.
por sus abismos perderse,
yerta la naturaleza
y en un silencio elocuente,
sin que halle el mayor cuidado
ni el lindero de la suerte,
ni sus desiguales surcos,
ni la mies que oculta crece.
De los árboles las ramas,
al peso encorvadas, ceden,
y a la tierra fuerzas piden
para poder sostenerse.
La sierra con su albo manto,
una muralla esplendente,
que une el suelo al firmamento,
allá a lo lejos ofrece,
mientra en las hondas gargantas
despeñados los torrentes,
al peso encorvadas, ceden,
y a la tierra fuerzas piden
para poder sostenerse.
La sierra con su albo manto,
una muralla esplendente,
que une el suelo al firmamento,
allá a lo lejos ofrece,
mientra en las hondas gargantas
despeñados los torrentes,
la imaginación asustan,
cuanto el oído ensordecen;
y en quietud descansa el mundo,
y callado el viento duerme,
y en el redil el ganado,
y el buey gime en el pesebre.
¿Pues qué, cuando de las nubes
horrísonos se desprenden
los aguaceros, y el día
ahogado entre sombras muere,
y con estrépito inmenso
cenagosos se embravecen
fuera de madre los ríos,
cuanto el oído ensordecen;
y en quietud descansa el mundo,
y callado el viento duerme,
y en el redil el ganado,
y el buey gime en el pesebre.
¿Pues qué, cuando de las nubes
horrísonos se desprenden
los aguaceros, y el día
ahogado entre sombras muere,
y con estrépito inmenso
cenagosos se embravecen
fuera de madre los ríos,
batiendo diques y puentes?
Crece el diluvio; anegadas
las llanuras desparecen,
y árboles y chozas tiemblan
del viento el furor vehemente,
que arrebatando las nubes
cual sierras de niebla leve,
de aquí allá en rápido soplo
en formas mil las revuelve;
y el imperio de las sombras
y los vendavales crecen;
Crece el diluvio; anegadas
las llanuras desparecen,
y árboles y chozas tiemblan
del viento el furor vehemente,
que arrebatando las nubes
cual sierras de niebla leve,
de aquí allá en rápido soplo
en formas mil las revuelve;
y el imperio de las sombras
y los vendavales crecen;
y el hombre, atónito y mudo,
a horror tanto tiembla y teme.
O bien la helada punzante
la tierra en mármol convierte,
y al hogar en ocio ingrato
el gañán las horas pierde.
Cubiertos de blanca escarcha,
como de marfil parecen
los árboles ateridos,
y de alabastro la fuente.
a horror tanto tiembla y teme.
O bien la helada punzante
la tierra en mármol convierte,
y al hogar en ocio ingrato
el gañán las horas pierde.
Cubiertos de blanca escarcha,
como de marfil parecen
los árboles ateridos,
y de alabastro la fuente.
Sonoro y rígido el prado
la planta, hollado, repele;
y doquier el dios del hielo
su ominoso mando ejerce,
hasta que el suave favonio,
medroso y tímido al verse
nuevo volar, con su aliento
tan duros grillos disuelve.
la planta, hollado, repele;
y doquier el dios del hielo
su ominoso mando ejerce,
hasta que el suave favonio,
medroso y tímido al verse
nuevo volar, con su aliento
tan duros grillos disuelve.
El día rápido anhela;
no asoma el sol por oriente,
cuando sin luz al ocaso
precipitado desciende,
porque la noche sus velos
sobre la tierra despliegue,
de los fantasmas seguida
que en ella el vulgo ver suele
no asoma el sol por oriente,
cuando sin luz al ocaso
precipitado desciende,
porque la noche sus velos
sobre la tierra despliegue,
de los fantasmas seguida
que en ella el vulgo ver suele
Así el invierno ceñudo
reina con cetro inclemente,
y entre escarchas y aguaceros
y nieve y nubes se envuelve.
¿Y de dónde estos horrores,
este trastorno aparente,
que en enero su fin halla,
y que ya empezó el noviembre?
Del orden con que los tiempos
alternados se suceden,
durando naturaleza
la misma y mudable siempre.
reina con cetro inclemente,
y entre escarchas y aguaceros
y nieve y nubes se envuelve.
¿Y de dónde estos horrores,
este trastorno aparente,
que en enero su fin halla,
y que ya empezó el noviembre?
Del orden con que los tiempos
alternados se suceden,
durando naturaleza
la misma y mudable siempre.
Estos hielos erizados,
estas lluvias, estas nieves,
y nieblas y roncos vientos
que hoy el ánimo estremecen,
serán las flores del mayo,
serán de julio las mieses,
y las perfumadas frutas
con que octubre se enriquece
estas lluvias, estas nieves,
y nieblas y roncos vientos
que hoy el ánimo estremecen,
serán las flores del mayo,
serán de julio las mieses,
y las perfumadas frutas
con que octubre se enriquece
Hoy el arador se afana,
y en cada surco que mueve
miles encierra de espigas
para los futuros meses,
misteriosamente ocultas
en esos granos que extiende
doquier liberal su mano
y en los terrones se pierden
y en cada surco que mueve
miles encierra de espigas
para los futuros meses,
misteriosamente ocultas
en esos granos que extiende
doquier liberal su mano
y en los terrones se pierden
Ved cuál, fecunda la tierra,
sus gérmenes desenvuelve
para abrirnos sus tesoros
otro día en faz riente.
Ved cómo ya pululando
la rompe la hojilla débil,
y con el rojo sombrío
cuán bien contrasta su verde,
verde que el tostado julio
en oro convertir debe,
y en una selva de espigas
esos cogollos nacientes.
sus gérmenes desenvuelve
para abrirnos sus tesoros
otro día en faz riente.
Ved cómo ya pululando
la rompe la hojilla débil,
y con el rojo sombrío
cuán bien contrasta su verde,
verde que el tostado julio
en oro convertir debe,
y en una selva de espigas
esos cogollos nacientes.
Trabaja, arador, trabaja,
con ánimo y pecho fuerte,
ya en tu esperanza embriagado
del verano en las mercedes.
Llena tu noble destino,
y haz cantando, tu afán leve,
mientras insufrible abruma
el fastidio al ocio muelle,
que entre la pluma y la holanda,
sumido en sueño y placeres,
jamás vio del sol la pompa
cuando lumbroso amanece,
jamás gozó con el alba
del campo el plácido ambiente,
de la matinal alondra
los armónicos motetes
con ánimo y pecho fuerte,
ya en tu esperanza embriagado
del verano en las mercedes.
Llena tu noble destino,
y haz cantando, tu afán leve,
mientras insufrible abruma
el fastidio al ocio muelle,
que entre la pluma y la holanda,
sumido en sueño y placeres,
jamás vio del sol la pompa
cuando lumbroso amanece,
jamás gozó con el alba
del campo el plácido ambiente,
de la matinal alondra
los armónicos motetes
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