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PETRES (Valencia)

Flores (Gladiolos)
Foto enviada por Victoria Serna,

La avaricia empieza donde termina la pobreza (Honoré de Balzac)
Mira bien quién es tu enemigo, porque si por tal le tienes y no lo es, puede ser tu enemigo mayor (Diógenes Laercio)
El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse (Friedrich Nietzsche)
La avaricia empieza donde termina la pobreza (Honoré de Balzac)
Es más facil luchar por unos principios que vivir de acuerdo con ellos (Alfred Adler)
El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirse (Friedrich Nietzsche)
Es más facil luchar por unos principios que vivir de acuerdo con ellos (Alfred Adler)
Derek Walcott

Mañana, mañana

Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia con sus venas de plata, Leningrado
con sus minaretes de toffee retorcido. París. Pronto
los impresionistas obtendrán sol de las sombras.
¡Oh! y las callejas de Hyderabad como una cobra desenroscándose.
... (ver texto completo)
Es como una concha soldada a la roca del mar,
y no hay cuchillo que pueda desprenderla».

Los sutiles torturadores
fingen creerlo. El moderno sermón del prelado
muestra que no hay mal, tan sólo voluntad mal orientada,
pero los ojos de los pescadores de caracolas son grises como ostras
y la negra vela se desliza lentamente bajo su quilla musgosa.
«Es Abdón el usurpador, a cuyo corazón se adhiere el sapo.»
«No hay nada bajo su yelmo salvo vuestro miedo». ... (ver texto completo)
Les explicamos que es la luz de la luna amotinada sobre las olas,
el espejismo de los pescadores, que tan sólo están enloquecidos
por la sal en los cortes de las palmas de sus manos, pero todos creen
que es Abdón, que lo que se yergue en el empapado rompeolas,
haciendo temblar sus alas nervudas como un perro mojado,
erecto como una pastinaca, es una manta, no el demonio;
pero el más joven repite con voz inhumana
por la afonía, como el cansino retirarse de las olas
sobre la roca ulcerada ... (ver texto completo)
¿Quién es este príncipe? ¿Qué yelmo lleva?
Vemos volar alto a los rabihorcados carroñeros, cada vez más abundantes,
vemos que nuestro aliento traza formas vacilantes,
pero ¿qué es lo que le perturba en los empapados acantilados,
mientras mira las estrellas insomne como el mar?
¿Qué embozados rumores atraviesan el reino,
ocultándose de las linternas de los vigilantes nocturnos en las calles mojadas?
Abofeteados por nuestros inquisidores, los mariscadores de caracolas sólo
farfullan:
Es como una concha soldada a la roca del mar,
y no hay cuchillo que pueda desprenderla».

Los sutiles torturadores
fingen creerlo. El moderno sermón del prelado
muestra que no hay mal, tan sólo voluntad mal orientada,
pero los ojos de los pescadores de caracolas son grises como ostras
y la negra vela se desliza lentamente bajo su quilla musgosa.
«Es Abdón el usurpador, a cuyo corazón se adhiere el sapo.»
«No hay nada bajo su yelmo salvo vuestro miedo». ... (ver texto completo)
Derek Walcott

Los mariscadores de caracolas

Dado que la peluda ortiga, la bifurcada mandrágora y la maligna
seta, la baba de sapo o el afilado y espinoso erizo
son, por su naturaleza, venenosos, no deberíamos dudar de
lo que murmuran haber visto con sus ojos de luna los mariscadores de
caracolas.
¿Quién es este príncipe? ¿Qué yelmo lleva?
Vemos volar alto a los rabihorcados carroñeros, cada vez más abundantes,
vemos que nuestro aliento traza formas vacilantes,
pero ¿qué es lo que le perturba en los empapados acantilados,
mientras mira las estrellas insomne como el mar?
¿Qué embozados rumores atraviesan el reino,
ocultándose de las linternas de los vigilantes nocturnos en las calles mojadas?
Abofeteados por nuestros inquisidores, los mariscadores de caracolas sólo
farfullan:
Derek Walcott

Los mariscadores de caracolas

Dado que la peluda ortiga, la bifurcada mandrágora y la maligna
seta, la baba de sapo o el afilado y espinoso erizo
son, por su naturaleza, venenosos, no deberíamos dudar de
lo que murmuran haber visto con sus ojos de luna los mariscadores de
caracolas.
de Half-Moon Battery,
se detuvo a mirar cómo el sol
de mediodía fundía en bronce
el tronco de un gomero
sobre un mar sin estaciones,
mientras la ocre Isla de la Rata
roía el encaje del mar,
un rabihorcado llegó volando
a través del entramado de un árbol para izar
su emblema en los cirros,
con su nombre, fruto del sentido común
de los pescadores: tijera de mar,
Fregata magnificens,
ciseau-la-mer, en patois,
por su vuelo, que corta las nubes;
y esa metáfora indígena
formada por el batir de los remos,
con un golpe de ala por escansión, ... (ver texto completo)
El silencio taponó mis oídos
con algodón, el ruido de una nube;
escalé blancas arenas apiladas
intentando encontrar mi voz,
y recuerdo: fue
un sábado casi a mediodía, en Vigie,
cuando mi corazón, al volver la esquina
de Half-Moon Battery,
se detuvo a mirar cómo el sol
de mediodía fundía en bronce
el tronco de un gomero
sobre un mar sin estaciones,
mientras la ocre Isla de la Rata
roía el encaje del mar,
un rabihorcado llegó volando
Hacía girar el meridiano del globo,
mostraba sus sellados hemisferios,
pero ¿a dónde podían dirigirse aquellos entrecejos
si ninguno de los dos mundos era suyo?
El silencio taponó mis oídos
con algodón, el ruido de una nube;
escalé blancas arenas apiladas
intentando encontrar mi voz,
y recuerdo: fue
un sábado casi a mediodía, en Vigie,
cuando mi corazón, al volver la esquina
La disciplina que predicaba
me convertía en un hipócrita;
sus esbeltos cuerpos negros, varados en la playa,
morirían en el dialecto
Hacía girar el meridiano del globo,
mostraba sus sellados hemisferios,
pero ¿a dónde podían dirigirse aquellos entrecejos
si ninguno de los dos mundos era suyo?
Meditaba desde el acogedor puerto
de mi mesa, las cabezas
de los muchachos se hundían suavemente
en el papel, como delfines.
La disciplina que predicaba
me convertía en un hipócrita;
sus esbeltos cuerpos negros, varados en la playa,
morirían en el dialecto
Vestido con una chaqueta de tweed y corbata,
maestro en mi escuela,
vi como las viejas palabras se secaban
como algas en la página.
Meditaba desde el acogedor puerto
de mi mesa, las cabezas
de los muchachos se hundían suavemente
en el papel, como delfines.


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