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Mi cuerpo, con sus lodos,
dejádmelo, que es mío; con su albura,
mi espíritu es de todos...

Y así, aspirando al cielo,
y aspirando a la tierra, y aspirando
a la quietud y al vuelo,
en este inquieto viaje
me siento derribar de cuando en
cuando por el contrario oleaje.
Y duermo... y en el sueño
me pregunto: ¿quién soy?...
¿quién me conoce?...
¿Estoy despierto o sueño?...

¿Es crimen, es mentira
el placer que me aflige?... ¿santo goce
el dolor que me inspira?...
Detesto el mal, y amigo
del malo soy, -mi carne bien lo sabe,-
pero a mis jueces digo:

Dolor me apacentara.
Soy el loto que sorbe en agua impura.
Su aroma y su miel clara.
Mi cuerpo, con sus lodos,
dejádmelo, que es mío; con su albura,
mi espíritu es de todos...

Y así, aspirando al cielo,
y aspirando a la tierra, y aspirando
a la quietud y al vuelo,
en este inquieto viaje
me siento derribar de cuando en
cuando por el contrario oleaje.
Llama que al cielo amaga
es mi ambición... que un niño
cruza ileso, y una lágrima apaga.

Todo lo tengo; y, breve,
cabe en un verso mi caudal:
más grave
es un copo de nieve.
Detesto el mal, y amigo
del malo soy, -mi carne bien lo sabe,-
pero a mis jueces digo:

Dolor me apacentara.
Soy el loto que sorbe en agua impura.
Su aroma y su miel clara.
Pobre es mi celda, pero
a veces canta o se lamenta en ella
el universo entero.

¡Mi Ideal!... lo harta un perfume
de yerba fresca; en la oblación
de un beso su mole se consume.
Llama que al cielo amaga
es mi ambición... que un niño
cruza ileso, y una lágrima apaga.

Todo lo tengo; y, breve,
cabe en un verso mi caudal:
más grave
es un copo de nieve.
Mi nombre, pronunciado
con ánimo gentil por vuestra boca,
me hará creerme amado.

Evocad mi memoria
al ver una luciérnaga, una estrella,
y me daréis la Gloria.
Pobre es mi celda, pero
a veces canta o se lamenta en ella
el universo entero.

¡Mi Ideal!... lo harta un perfume
de yerba fresca; en la oblación
de un beso su mole se consume.
Diego Dublé Urrutia

Fontana cándida

Para mí, nada pido,
dadme una rama de árbol, una roca,
y las tendré por nido
Mi nombre, pronunciado
con ánimo gentil por vuestra boca,
me hará creerme amado.

Evocad mi memoria
al ver una luciérnaga, una estrella,
y me daréis la Gloria.
Diego Dublé Urrutia

Fontana cándida

Para mí, nada pido,
dadme una rama de árbol, una roca,
y las tendré por nido
Así con la callada caravana
dialogaban la muerte, la tristeza
o la desolación. La selva indiana
doblegaba sobre ella la cabeza
como un ala materna. Las raposas
hacían resonar las hondonadas
con sus gritos. Bandadas tumultuosas
de pájaros dejaban las aguadas
al acercarse el infeliz proscrito.
El bosque inacabable se volvía ... (ver texto completo)
que alejarse los viera
sin llamarlo, y allí les alcanzaba...
¡Nunca el bruto viniera! Fue una espina
sobre espinas (ya el día era pasado
largamente), la gente peregrina
desbordó su dolor acumulado,
y así como si un puma
rugiera bajo el hambre que le abruma,
un sollozo infinito,
confusión de blasfemia y de plegaria,
prolongó sus querellas,
al primer resplandor de las estrellas,
por la inmensa montaña solitaria... ... (ver texto completo)
tirado al río, en ese mundo extraño
se hundirá tu familia perseguida;
venderás tu rebaño
y tu lecho... y tus hijas en seguida...
Hasta que un día de piedad, la muerte
venga y te diga: 'Te engañaste, ¡oh viejo
montañés, fatigado por la suerte!
tampoco es tuyo este rincón sombrío,
esta vida no es tuya... Mi consejo
de báculo te sirva. Cruza el río ... (ver texto completo)
Así con la callada caravana
dialogaban la muerte, la tristeza
o la desolación. La selva indiana
doblegaba sobre ella la cabeza
como un ala materna. Las raposas
hacían resonar las hondonadas
con sus gritos. Bandadas tumultuosas
de pájaros dejaban las aguadas
al acercarse el infeliz proscrito.
El bosque inacabable se volvía
y el camino tornábase infinito;
pero los hijos de la selva obscura,
que temían al sol y a la llanura,
lo deseaban más largo todavía...
De pronto un sofocado rumor de hojas
y el volar de unas aves intranquilas
sacaron de su pasmo y sus congojas
a los hijos del bosque; sus pupilas
tornáronse a mirar por vez primera
el camino sin fin, la senda brava
de sus quejas y lástimas testigo...
era León, el buen perro, el viejo amigo ... (ver texto completo)
¿Adónde vamos?' -se decían todos
en su mudo terror- y su alma obscura
de víctimas, forjada en los éxodos
de la raza, 'a la selva, a la llanura-
les contestaba- al páramo, al camino,
a donde van por el invierno el ave
de los cielos, el cardo peregrino
y el agua del torrente... ¿quién lo sabe?'...
' ¿Qué haré? ¡Dios mío!' -en su infinita pena
gemía el viejo- y esa lengua ignota ... (ver texto completo)
tirado al río, en ese mundo extraño
se hundirá tu familia perseguida;
venderás tu rebaño
y tu lecho... y tus hijas en seguida...
Hasta que un día de piedad, la muerte
venga y te diga: 'Te engañaste, ¡oh viejo
montañés, fatigado por la suerte!
tampoco es tuyo este rincón sombrío,
esta vida no es tuya... Mi consejo
de báculo te sirva. Cruza el río ... (ver texto completo)
así por la montaña inacabable
la errante caravana descendía
con la vaga inquietud y la inconsciencia
de bestias que abandonan la querencia.
¿Adónde vamos?' -se decían todos
en su mudo terror- y su alma obscura
de víctimas, forjada en los éxodos
de la raza, 'a la selva, a la llanura-
les contestaba- al páramo, al camino,
a donde van por el invierno el ave
de los cielos, el cardo peregrino
y el agua del torrente... ¿quién lo sabe?'...
' ¿Qué haré? ¡Dios mío!' -en su infinita pena
gemía el viejo- y esa lengua ignota ... (ver texto completo)
Y lloraba, en seguimiento
del ganado, la mustia cabalgata.
El viejo iba el primero. La melena
de los coigües movidos por el viento
le arañaba las barbas de oro y plata.
Mudo, sobre el caballo campesino,
clavaba, fijamente, las pupilas
seniles y tranquilas
en las hojas caídas del camino.
La selva repetía los sollozos ... (ver texto completo)
así por la montaña inacabable
la errante caravana descendía
con la vaga inquietud y la inconsciencia
de bestias que abandonan la querencia.
Corría al frente
el río, era la linde más cercana
y a través de su gélida corriente
tomó la dolorosa caravana.
Montaña iba adelante,
la vaca de los niños; sus mugidos
buscaban a sus críos que, ateridos,
la seguían. Tras de ellos Cordillera
marchaba, el gemebundo y viejo toro,
y a la siga iba, el último, Flor de Oro, ... (ver texto completo)
Y lloraba, en seguimiento
del ganado, la mustia cabalgata.
El viejo iba el primero. La melena
de los coigües movidos por el viento
le arañaba las barbas de oro y plata.
Mudo, sobre el caballo campesino,
clavaba, fijamente, las pupilas
seniles y tranquilas
en las hojas caídas del camino.
La selva repetía los sollozos ... (ver texto completo)
En un claro
del bosque el centenario campesino,
patriarca de las selvas, escuchaba,
como un reo de muerte,
la implacable sentencia del destino.
La justicia del hombre le arrojaba
del terruño. Debiera salir luego,
al instante. Rodar era su suerte
como rueda un leproso... No era suya
la tierra no era suyo aquel asilo ... (ver texto completo)
Corría al frente
el río, era la linde más cercana
y a través de su gélida corriente
tomó la dolorosa caravana.
Montaña iba adelante,
la vaca de los niños; sus mugidos
buscaban a sus críos que, ateridos,
la seguían. Tras de ellos Cordillera
marchaba, el gemebundo y viejo toro,
y a la siga iba, el último, Flor de Oro, ... (ver texto completo)
Diego Dublé Urrutia

El lanzamiento

De pronto, en pleno día, cual si hubiera
caído ya la tarde, la montaña
paró de resonar... Bajó la fiera
del monte. Despertóse la alimaña
rondadora y el último gemido
del viejo roble herido ... (ver texto completo)
En un claro
del bosque el centenario campesino,
patriarca de las selvas, escuchaba,
como un reo de muerte,
la implacable sentencia del destino.
La justicia del hombre le arrojaba
del terruño. Debiera salir luego,
al instante. Rodar era su suerte
como rueda un leproso... No era suya
la tierra no era suyo aquel asilo
de raposas, labrado por sus manos.
La ley lo quiere así: no es del labriego
que la vence, la selva impenetrable,
sino del que la compra... Las mujeres
lloraban y el anciano venerable
sollozaba también. La selva pía
respondía al clamor de aquellos seres
desolados... Tardaban.. Ya no había
sino que obedecer. Era la hora
de la siesta y, en fila, lentamente,
partieron para siempre, y hasta ahora...
Aquello semejaba una partida
para la eternidad... ... (ver texto completo)