tirado al río, en ese mundo extraño
se hundirá tu familia perseguida;
venderás tu rebaño
y tu lecho... y tus hijas en seguida...
Hasta que un día de piedad, la muerte
venga y te diga: 'Te engañaste, ¡oh viejo
montañés, fatigado por la suerte!
tampoco es tuyo este rincón sombrío,
esta vida no es tuya... Mi consejo
de báculo te sirva. Cruza el río
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Así con la callada caravana
dialogaban la muerte, la tristeza
o la desolación. La selva indiana
doblegaba sobre ella la cabeza
como un ala materna. Las raposas
hacían resonar las hondonadas
con sus gritos. Bandadas tumultuosas
de pájaros dejaban las aguadas
al acercarse el infeliz proscrito.
El bosque inacabable se volvía
y el camino tornábase infinito;
pero los hijos de la selva obscura,
que temían al sol y a la llanura,
lo deseaban más largo todavía...
De pronto un sofocado rumor de hojas
y el volar de unas aves intranquilas
sacaron de su pasmo y sus congojas
a los hijos del bosque; sus pupilas
tornáronse a mirar por vez primera
el camino sin fin, la senda brava
de sus quejas y lástimas testigo...
era León, el buen perro, el viejo amigo
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