Ese pescador,
en su soledad errante
siempre tiene compañía:
las olas son sus amantes;
las estrellas, sus
amigas.
A medida que el Sol despunta
vuelven de la faena primaria,
contornos borra la neblina,
llegan con sus naves al alba,
que como tímidas aves,
a su
nido vuelven de acogida,
hasta el comienzo siguiente
en otra nueva salida de la nave,
con su eslora y manga
planificando la estiba.