Entre finales de 1899 y principios de 1900 fue construida La
Torre del
Reloj, un
edificio civil concebido para albergar un reloj público, anteriormente instalado en la
Casa Consistorial, que el
Ayuntamiento adquiere en 1889 al afamado relojero madrileño Antonio Canseco. Se ubicó en uno de los puntos más altos del casco urbano, con el fin de facilitar la regulación del trabajo en una comunidad mayoritariamente agricola en un momento en el que apenas unos pocos llevaban
relojes de bolsillo.