Sin embargo, cuando Almanzor regresó con riquezas y exquisiteces, el califa, haciendo honor a su palabra, tuvo que concederle la mano de su hija a pesar del amor que había surgido entre esta y Alí. Con un dolor desgarrador, Alí se precipitó hacia el vacío desde un precipicio donde se abrió la tierra y empezó a manar
agua de forma milagrosa. Este lugar es hoy el conocido
Pantano de Tibi. Abrumada por la tristeza y desolación, Cántara siguió el mismo destino al lanzarse desde la
sierra de
San Julián. Consecuentemente, desesperanzado por la gran tragedia, el califa murió de pena. Cuentan que en ese momento quedó marcado para siempre el perfil del rostro del califa en la falda del
monte Benacantil, emblema que se conoce hoy como La cara del moro. Por esta razón, los ciudadanos conmovidos por el romance decidieron unir los nombres de Alí y Cántara para denominar su población,
Alicante.