En pasadas fechas carnavaleras pretendí alardear ante unos amigos del famoso slogan de Alfonso Verde: Haro vino noble ciudad amable. Tuvimos que aparcar junto al campo de fútbol próximo al Tirón. Al pretender aproximarnos a los vehículos, una “manada” de salvajes lanzaban piedras y botellas desde un mirador de La Atalaya, con riesgo de impactar sobre los vehículos o sobre la crisma de las personas, más aún, al ser de noche y no ver acercarse los proyectiles. La situación se agravó al ser recriminada su actitud, con su tono insultante y desafiante de retar a subir donde se encontraban. Se tiene que tratar de gente de una o dos generaciones posteriores a sus ascendientes que recibieron unas clases de urbanidad en la escuela de Don Juan, o con Don Jesús y Don Demetrio en las “nacionales”. No se si mestoy haciendo mayor, pero estas actitudes no me parecen ni medio normal. Así que me tragué lo de ciudad amable y a casa.
Observó que 758 personas se han dado por enteradas de las observaciones manifestadas por el visitante. Lo que me sorprende es que nadie haya entrado al trapo en sumarse con un pulgar hacia abajo en clara discrepancia con la forma de pensar del manifestante, lo que dejaría a las claras una posición en favor de esa “manada” de energúmenos que amparados en la noche y el grupo se dedican a establecer un nuevo estado de la ley. Igualmente me sorprende, aunque menos, ya que todos “pasamos “ de todo, que nadie se haya sumado pulgar en alto manifestando, que al menos un poco está de acuerdo en la llamada de atención sobre la pérdida de valores que tanto presumimos los de Haro