CORDOVIN: Amós, como ya has empezado a contar la historia de...

Amós, como ya has empezado a contar la historia de San Cristóbal, voy a contar alguna cosilla de las que he sacado. Como bien dices es un Santo que no se sabe mucho de él, cuando yo era joven decían los curas que no se sabía mucha historia.
Leyenda de San Cristóbal
Una tradición indica que Cristóbal fue un gigante primogénito y unigénito de un rey cananeo, y debió haber nacido en Tiro o Sidón. Su nombre era Relicto, Ofero o Réprobus (‘réprobo, malvado’, seguramente derivado del arameo rabrab: ‘gigante’). Como quería estar al servicio de un amo digno de su fuerza, Réprobo le ofreció primero sus servicios al rey Felipe de Licia (que en griego significa ‘país de los lobos’. Este rey era malvado y despiadado, una persona que imponía su voluntad con puño de hierro. Sin embargo un día Ofero lo vio temblando de miedo y le preguntó cual era el motivo y el rey dijo que tenía su alma vendida a Satanás y que le temía al infernal ser. Entonces dijo Ofero: «Si le temes al Demonio, él es más poderoso que tú, habré de servirle a él».
Decide el gigante ponerse al servicio de Satanás, verdadero príncipe del mundo, y buscó a un brujo para que se lo presentara. El brujo accedió a cambio de algunos favores de Ofero y emprendieron la búsqueda a caballo, en el camino el brujo evadió una cruz de piedra temblando de miedo. Ofero le reclamó ese miedo a algo tan simple como una cruz. El brujo le dijo: «Temo a quien murió en la cruz».
El gigante preguntó al hechicero si el tal demonio temía también a ese tal Jesús y el brujo le dijo que el diablo tiembla con la sola mención de la cruz donde murió Cristo. Entonces Ofero decide servir a tan poderoso personaje que aún después de muerto hace que el Príncipe de las Tinieblas tiemble de miedo.
Hay versiones que dicen que ese hechicero es el demonio disfrazado. Pero en cuanto a Ofero, se dedica a buscar a su nuevo amo, al que aunque no conoce ya ha jurado ser su más bravo y sanguinario guerrero. Empieza a vagar y a preguntar a todas las personas cómo podría servir a Jesús, y nadie es capaz de contestarle, hasta que un ermitaño le dice: «Aquí al lado hay un río donde suelen morir muchos de los que intentan atravesarlo. Tienes una estatura y fuerza descomunal, perfectamente podrás pasarlos de orilla a orilla sobre tus hombros. Ahí encontrarás a la persona que te dará la respuesta correcta» Y efectivamente, comenzó a pasar viajeros apoyado en una vara gruesa y resistente: Ofero se convirtió en porteador.
Antes había muy pocos puentes y era un problema atravesar los ríos, uno de los oficios de entonces era el de porteador: por una remuneración hombres corpulentos pasaban a las personas de una orilla a otra de los ríos. Ese era el oficio de san Cristóbal. Era tan buena persona que no negaba a nadie el servicio aunque no le pudiera pagar.
. La leyenda afirma que en una ocasión, ayudó al niño Jesús a cruzar el río; sorprendido por el peso del infante, éste le explicó que se debía a que llevaba sobre su espalda los pecados del mundo, tras lo cual bautizó al gigante y le encomendó la prédica. El nombre de Cristóbal (del griego Χριστ οφορο ς, Christóforos, ‘portador de Cristo’) le vendría de esta hazaña..
En la tradición ortodoxa, la leyenda describe a Cristóbal como un bárbaro de singular tamaño, proveniente de una tribu bereber, que fue ejecutado bajo el emperador Decio por predicar la fe cristiana, tras haber realizado numerosos milagros. Para las iglesias ortodoxas, la historicidad de Cristóbal no está en duda.

martirio de Cristóbal
Después del episodio del Niño Dios recibió Cristóbal el bautismo de manos del patriarca Babilas en la Basílica de Antioquía. Según algunos autores, Cristóbal portó a Cristo de cuatro maneras: en los hombros, en los labios, en el corazón y —en el momento de su martirio— en todo el cuerpo.
Cristóbal empezó a evangelizar sobre todo en Samos en compañía de su gran bastón y fue un predicador elocuente. El emperador romano Decio ordenó perseguir a los cristianos y ofrecerlo como sacrificio a sus dioses paganos. Dagón, que era prefecto de Licia, cumplió con el encargo del emperador, profanó iglesias y casas de cristianos. Cristóbal vio que pronto sería prendido y se arrodilló a orar. Cristo entonces se le apareció lo levantó y le dijo: «No temas, que estoy contigo». Cristóbal, al saber, primero, y ver, después, cómo eran torturados los que confesaban públicamente la fe de Cristo, en vez de desfallecer, en medio de una multitud inmensa clamó: «También yo soy cristiano y tampoco quiero sacrificar a los falsos dioses». Inmediatamente fue detenido y conducido hacia el tribunal del prefecto.
Dagón trató de persuadirlo pero Cristóbal no se dejó sorprender ni por la buena ni por la mala. Sería sometido a los siguientes tormentos:
• fue flagelado con varillas de hierro, durante la cual no cesaba Cristóbal de cantar himnos a Dios,
• le fue colocado sobre la cabeza un casco de hierro al rojo vivo,
• fue tendido sobre una parrilla enorme para que ser quemado a fuego lento, la cual se derritió, sin que él sufriera quemadura alguna,
• le fueron arrojadas innumerables flechas, atado a un árbol, sin que ni una sola diera en el blanco, pero sí una en un ojo del prefecto...
Y entonces, la voz del mártir resonó vibrante: «El Señor prepara ya mi corona... Cuando la espada separe mi cabeza de mi cuerpo, unge tu ojo con mi sangre, mezclada con el polvo, y al punto quedarás sano. Entonces reconocerás quién te creó y quién te ha curado».
Al día siguiente fue decapitado y Dagón hizo lo que indicara Cristóbal, recuperando la vista y convirtiéndose al cristianismo.