Era mediados de los 60 (65-66) por estas fechas; Fernando y yo monaguillos. Don Luis nos mandó a las monjas Cañas a por formas (de éllas se hacían las hostias). Este recado lo hacíamos con frecuecia, por lo que sabíamos de memoria el número de formas que teníamos que pedir, esta cantidad sólo se alteraba para Semana Santa, en que se doblaba.
Caminábamos hacia Cañas hablando de las últimas aventuras del Capitán Trueno, del Jabato, de la película del domingo..., cuando Fernando dice: ¡Oye!, la semana que viene es Jueves Santo y Don Luis no nos ha encargado el pedido especial, se le ha olvidado. Tienes razón Fernando-le contesto-, no se habrá dado cuenta; vamos ha tener que hacer el pedido doble como otros años. Me parece bien, dice Fernando.
Así lo hicimos, pedimos 300 paneles en vez de 150 y, satisfechos por nuestra buena decisión, emprendimos el camino el camino de regreso.
Yo venía dándole vueltas al tarro mientras Fernando hablaba, hasta que no aguanto más y le digo: Estoy pensando qué dirá Don Luis cuando vea este montón de paneles, a lo mejor no nos encargó más porque le quedaban de reserva... ¿?
¡Joder, Inacio!, tienes razón, yo también lo estaba pensando; ¡como sea así va a abollar en nuestros cogotes hasta el incensario!
Nos entraron tantas dudas y temores que decidimos, como mejor solución, sentarnos en un trigal, sacar las 150 formas de exceso y comernolas sosegadamente. ¡Qué buenas estaban!, ¡qué panzada!
Entregamos al cura el pedido que nos había encargado; como el pago a las monjas lo hacía anualmente, nunca nos pidió cuentas y Don Luis nos pagó aquella ronda de"hostias sin bendecir".
Caminábamos hacia Cañas hablando de las últimas aventuras del Capitán Trueno, del Jabato, de la película del domingo..., cuando Fernando dice: ¡Oye!, la semana que viene es Jueves Santo y Don Luis no nos ha encargado el pedido especial, se le ha olvidado. Tienes razón Fernando-le contesto-, no se habrá dado cuenta; vamos ha tener que hacer el pedido doble como otros años. Me parece bien, dice Fernando.
Así lo hicimos, pedimos 300 paneles en vez de 150 y, satisfechos por nuestra buena decisión, emprendimos el camino el camino de regreso.
Yo venía dándole vueltas al tarro mientras Fernando hablaba, hasta que no aguanto más y le digo: Estoy pensando qué dirá Don Luis cuando vea este montón de paneles, a lo mejor no nos encargó más porque le quedaban de reserva... ¿?
¡Joder, Inacio!, tienes razón, yo también lo estaba pensando; ¡como sea así va a abollar en nuestros cogotes hasta el incensario!
Nos entraron tantas dudas y temores que decidimos, como mejor solución, sentarnos en un trigal, sacar las 150 formas de exceso y comernolas sosegadamente. ¡Qué buenas estaban!, ¡qué panzada!
Entregamos al cura el pedido que nos había encargado; como el pago a las monjas lo hacía anualmente, nunca nos pidió cuentas y Don Luis nos pagó aquella ronda de"hostias sin bendecir".