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CORDOVIN: Este relatillo se lo dedico a mis quintas: Charo, Conchita...

En la época que mejor sabían los chorizos, estos no se podían comer durante aquellos días de rigurosa VIGILIA, no se podía cantar (era pecado), no había cine (en Badarán) y el pueblo entero se sumía en un "luto"ambiental, severo. Las procesiones nocturnas de VELA, FAROL y "CARRACLA"daban un aire un tanto esperpéntico a tanta dedicación devota. La Iglesia de Cordovín se convertía en un lugar tenebroso y deprimente, iluminado a media luz, con los santos tapados con telas de tristes morados, verdes y azules de oscuro color. Esta decoración de la pesadumbre duró hasta mediados de la década, el Concilio Vaticano II aportó otra cara más alegre, menos pesarosa: los santos dejaron de cubrirse, la homilía dejó de decirse en latín, y el altar se dirigió hacia el público; Jesús había muerto pero el Gólgota aparecía más iluminado, la iglesia también.
Mientras el dolor religioso hacía ir a confesarse y comulgar hasta al más escéptico de los cordovinachos, otra fuente de vida, para ahogar tanta pena, corría por los barrios de las bodegas: El ZURRACAPOTE.
Cada cuadrilla, desde adolescentes a mayores, hacían en su correspondiente bodega este exquisito bálsamo de vino aliñado con azucar limón y canela. El pueblo, entre acto y acto religioso era una fiesta, la amistad y risa en torno a un garrafón y unos "cascagüeses", los paseos carretera arriba y abajo de los grupos de muchachas y muchachos (por separado), y las paradas bajo los grandes olmos para comer el "PAN Y QUESO".
El Domingo de Resurección volvía a florecer la Primavera, los CARTELES en los soportales de Badarán anunciaban cine y los chorizos se descolgaban para dar buena cuenta de ellos.

Este relatillo se lo dedico a mis quintas: Charo, Conchita e Inma.
Un beso para las tres.