El hayedo de Montejo
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La entrada al Parque Natural.
En otoño el hayedo es un escenario mágico.
Un ecosistema vivo y delicado
La reducida extensión del monte El Chaparral (250 hectáreas) acoge un ecosistema vivo y fácil de observar, aunque su conservación haya hecho necesario regular las condiciones de acceso. Todos los visitantes deben ir provistos de la correspondiente autorización, que se exige en la caseta de control de entrada. Está prohibido acampar en el interior del recinto, encender hogueras, recolectar cualquier tipo de plantas, animales o rocas (siempre que no se corresponda con programas de estudio o investigación, autorizados por la Agencia de Medio Ambiente), la caza y la pesca, introducir comidas, depositar basuras y salirse de los itinerarios establecidos. El frágil tesoro del hayedo desaparecería para siempre si no se respetaran estas normas.
Corzos y jabalíes encuentran aquí un refugio impagable donde no falta alimento en los meses previos al invierno. Abundan entonces los homenajes de ayucos, bellotas y demás bayas que se prodigan en árboles y arbustos. También invernan aquí especies propias del Norte, como el pito negro. En la hojarasca se abrigan pequeños mamíferos como topillos y musarañas.
La visita principal se realiza por un sendero que recorre el hayedo en aproximadamente hora y media. Un guía acompaña en todo momento a los visitantes y les comunica y comenta cada latido de tan valioso bosque.
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La entrada al Parque Natural.
En otoño el hayedo es un escenario mágico.
Un ecosistema vivo y delicado
La reducida extensión del monte El Chaparral (250 hectáreas) acoge un ecosistema vivo y fácil de observar, aunque su conservación haya hecho necesario regular las condiciones de acceso. Todos los visitantes deben ir provistos de la correspondiente autorización, que se exige en la caseta de control de entrada. Está prohibido acampar en el interior del recinto, encender hogueras, recolectar cualquier tipo de plantas, animales o rocas (siempre que no se corresponda con programas de estudio o investigación, autorizados por la Agencia de Medio Ambiente), la caza y la pesca, introducir comidas, depositar basuras y salirse de los itinerarios establecidos. El frágil tesoro del hayedo desaparecería para siempre si no se respetaran estas normas.
Corzos y jabalíes encuentran aquí un refugio impagable donde no falta alimento en los meses previos al invierno. Abundan entonces los homenajes de ayucos, bellotas y demás bayas que se prodigan en árboles y arbustos. También invernan aquí especies propias del Norte, como el pito negro. En la hojarasca se abrigan pequeños mamíferos como topillos y musarañas.
La visita principal se realiza por un sendero que recorre el hayedo en aproximadamente hora y media. Un guía acompaña en todo momento a los visitantes y les comunica y comenta cada latido de tan valioso bosque.
